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23/10/09

Livin' la vida loca


Estas noticias (junto con las que aparecen en otras publicaciones) hacen pensar que la vida acá es segura y tranquila… y así es. Los chicos argentinos que viven acá cerca estuvieron casi un mes sin llaves de la casa, por lo que salían y no cerraban. Obviamente, nadie entendía porque estaban tan ansiosos por unas llaves o cual era el problema de dejar abierta la casa. Otro temor argentino inserviblemente aplicado en la sociedad kiwi.
Aún así, hay otras cosas que no salen en los diarios pero se saben al poco tiempo de estar acá. En estos pueblos el que no se emborracha, se droga o se suicida. Y no es que toman de más o se fuman alguna cosita loca… se dan hasta la médula. Se juntan y se queman la cabeza. Obviamente, con la mejor cerveza y las mejores drogas… nada de Diosa Tropical o paco… este es el primer mundo en todo sentido!
Y el tema de los suicidios es así: según “Straight Furrow, NZ’s Rural weekly”, en su edición del día 11 de agosto, tituló su nota de tapa “Granjeros: grupo de alto riesgo de suicidio” (o como sea que quede traducido) y empieza la nota comentando que “cada año más neocelandeses mueren como resultado del suicidio que los que mueren en accidentes de tránsito (…)”.
Con esta vida plana, monótona, con una sociedad que permite que sus gatos pierdan patas en trampas y hay alfombras en el baño con grandes posibilidades de que se llenen de hongos, no los culpo por ninguna de esas tres decisiones.

21/10/09

Police Report (Sponsored by Wyndham Street Race)


Decía el reporte (y sólo mencionaré las notas más relevantes):
“En la noche del 5 de Julio un gallo blanco y una gallina marrón fueron sustraídos de un cobertizo en una propiedad residencial en la calle Nightingale.” Escalofriante! Todavía no han pedido rescate. Se cree que fue un secuestro express.

“La tarde del 7 de julio la policía habló con un joven masculino enojado que causaba problemas afuera de los negocios de Whyndham. Se les recuerda a los padres que deben asegurarse que sus chicos posean y usen cascos de bicicleta, y que no manejen bicicletas en las sendas peatonales fuera de los negocios.” Una generación perdida.

“Tarde en la noche del 17 de julio la policía asistió al staff de Mataura con un joven aparentemente en drogas. Uno de los patrulleros fue dañado por el joven.”

“En la noche del 10 de julio, Diesel ha sido sustraído del tanque de un tractor que estaba estacionado en un potrero cerca de la Calle Coalpit. Cualquiera que note comportamiento sospechosos, por favor avise a la policía.”

Y el broche de oro es una recomendación al final del reporte, al fin de mantener la paz de la ciudad.
“Hay grandes cantidades de fardos de heno apilados en el Wyndham Race Course (creo que es algo de carreras)… Los fardos y sus cubiertas están siendo dañados por los niños jugando en ellos. No sólo es peligroso que caigan los fardos, sino que el daño de los mismos le cuesta dinero a la comunidad. Si ve niños jugando o sabe de niños que lo hacen, por favor avísenos. Cualquiera que sea encontrado en los fardos será procesado y se recuperarán los costos del daño.” Esto es lo que se llama tolerancia cero y mano dura!

 
Prometemos tenerlos al tanto de las novedades de estos casos.


Policías en acción


Ya lo habíamos notado en Auckland, pero nuestras sospechas se confirmaron en Gore: las comisarías (o “police station” como se dice acá) cierran a las 17hs. Y, obviamente, no trabajan los fines de semana (o sólo medio día, no estoy segura).
Hemos visto muy pocos patrulleros en las calles, por no decir que uno o dos. Ni hablar que NO sabemos como es el uniforme de un policía de acá, ya que no vimos ninguno. El número de emergencias es 111, y ahí uno avisa si necesita la policía, una ambulancia o los bomberos. Estoy segura de que si se llama después de las 17hs., atiende un contestador automático, porque a esa hora se termina el mundo en NZ.
Ni bien llegamos, recibimos en nuestro buzón el “Wyndham Messenger”, una hojita de noticias de por acá. Es una hoja A4 impresa de ambos lados y doblada a modo de librito. Tiene clasificados locales y una noticia (si, una sola). Al final viene el reporte policial.
Antes de que sigan leyendo, sé que todos se preocupan por nuestra integridad y seguridad. Estas cosas violentas pasan en todo el mundo, en mayor o menor medida. Hemos tomado las medidas de seguridad necesarias, y hemos consultado a Smith si será necesario comprar un arma. Recuerden que los medios de comunicación siempre exageran las cosas.

14/10/09

Manual de uso del kiwi


En contrapartida al manual del argentino, hemos escrito los primeros lineamientos del “manual de uso del kiwi que nos compró”, en base a observaciones y experiencias propias. Esperemos que se difunda entre los argentinos que se vienen, para que ellos también estén preparados para los choques culturales.

“El kiwi eructa en la mesa y en otros ámbitos. No se asuste si esto sucede, y evite poner cara de asco, ya que no entenderá su sorpresa. No hay registro de reiteradas emanaciones de aire por otros orificios de su cuerpo.”

“El kiwi viola la mayoría de las reglas de pronunciación y gramática del idioma inglés. En el caso de no entender una palabra, intente cambiar la letra i por la letra e, y seguro obtendrá sentido.”

“El kiwi abona todo con tarjeta de débito, por lo que está desacostumbrado al manejo de dinero físico. Por esta razón, probablemente el cajero lo mire mal al pagar en efectivo, pues si bien la máquina le dice cuanto debe darle de vuelto, Ud. lo ha puesto en la obligación de contar.”

“El kiwi es muy atento, llegando a ser cargoso en algunos casos. Aún así, no mostrará interés en aprender su idioma y tratará de explicarle todo mediante ejemplos.”


Manual de uso del argentino


En esos primeros días en Nueva Zelanda conocimos a los otros chicos argentinos que vinieron a trabajar a la zona. Uno de ellos se volvió a Argentina al poco tiempo de estar, supongo que decepcionado por el trabajo, el frío y los kiwis en general. El otro, el Vecino Argentino, se quedó y nos hicimos muy buenos amigos, y nos visitamos frecuentemente.
Los dos son muy graciosos, y comparando experiencias llegamos a varias conclusiones. Estamos SEGUROS de que  la Empresa Consultora (la empresa que gestionó tantos sus contratos como el de Juan) le entrega a cada patrón un libro que habla sobre Argentina y su cultura. Nosotros llamamos a eso “Manual de uso del argentino que compró”, y creemos que tiene anotaciones de este tipo:

“El argentino toma líquido al ingerir alimentos. Para su buen funcionamiento, aconsejamos hidratar a su argentino de manera frecuente. Ofrézcale bebidas y revise que tenga a su alcance líquidos. Ofrézcale bebidas aún después de que haya comido.”

“El argentino puede intentar besarlo. No se asuste si esto sucede. En su país es normal saludarse con un beso. Hay pocas posibilidades de que este contacto físico pase a mayores, pero por las dudas no le acerque niños.”

“El argentino, en su afán por hidratarse, consume varios litros de mate. Mate es una infusión nacional sin efectos alucinógenos conocidos. Suelen consumirlo en grupos, compartiendo un mismo adminículo que pasan de mano en mano. Este ritual suele comenzar a las 18hs, postergando la cena hasta las 22hs aprox.”

“El argentino tiende a agruparse con gente de su misma nacionalidad. Deje a su alcance información sobre la existencia de pares en las áreas lindantes.”


Manos a la bosta!


Por las dudas y por temas de idioma, decidimos o decidieron o no sé por que salí a trabajar con Juan. El primer día Smith nos llevó a conocer la granja, los diferentes lotes, las diferentes vacas, las diferentes cosas. El lugar es enorme y nos llevó buen rato recorrerlo. Nos explicó como regaba, que sembraba, que cosechaba, y demás cosas sobre la granja. Después de almorzar, nos pasó a buscar para que viéramos como era el ordeñe. Y ahí quedó Vane, dentro de una fosa, rodeada de culos de vacas, viendo como cataratas de bosta y pis la rodeaban. Juan ayudó, yo me quedé entre asustada de romper algo y shockeada.
Al otro día, nos enseñaron a alimentar a las vaquitas en los diferentes lotes. Consiste en levantar un cablecito eléctrico con un riel enorme y las varillas clavadas en la tierra que lo sostienen, y volver a plantarlo a unos metros, para que las vacas no se pasen y no coman de más. Haciendo gala de mis inexistentes músculos y mi orgullo, llevé el riel varias veces. Después de almorzar, volvimos al ordeñe y esta vez ayudé a ordeñar y a mover las vaquitas. Ayudé también a limpiar el lugar. Resultado: dos diclofenac de 75gr a la noche y manos en forma de garra.
Al tercer día, nos hicieron hacer lo mismo pero solitos. Alimentamos las vacas y ordeñamos a la tarde. También fuimos a buscar los terneritos recién paridos y los llevamos a “la casita de los terneritos recién nacidos”. Resultado: un diclofenac de 75gr y átomo desinflamante en una pierna.
Al cuarto, se le sumó el cambio de las gomas de la máquina del tambo y la limpieza de las pezoneras. Suena erótico, pero es aburridísimo y cansador.
El sábado hice el día completo de trabajo junto a Juan de gusto, ya que no entendí o no explicaron bien que mi función de traductora ya había finalizado. El domingo, como Dios manda, descansé… y Juan  empezó su calvario de entender y hacerse entender con Smith y Smithicito (Ryan).


7/10/09

Casa nueva, vida nueva


Luego de esa cena, Smith nos trajo a casa… a su casa… nuestra casa… en fin, la casa esa que se veía en la foto que nos mandaron por mail un mes antes de venir, y que era nuestra única referencia sobre nuestra futura vida en Nueva Zelanda.
La casa es enorme, enorme. Tiene tres habitaciones, cocina comedor, living, lavadero, garaje, garaje aparte para 2 autos más, parque y dos baños, que en realidad es uno. Es así: hay un toilette (hablando mal y pronto, un baño con sólo inodoro y lavabo) y un baño (es decir, baño con bañadera con ducha, y otro lavabo). No es que me haya olvidado: acá no hay bidet. Lo más gracioso es que del toilette al baño hay varios metros. AH! El baño tiene alfombra en todo el piso.
Acá todos los ambientes tienen alfombra, exceptuando el toilette, el lavadero, la cocina y los garajes. Los garajes separados no los vimos, porque están con la puerta rotosa y es medio espeluznante. Quizás en algún día libre nos adentremos en ese misterioso lugar. Si desaparecemos, seguro nuestros cadáveres estarán allí.
La decoración no es de la más agradable, pero con el tiempo uno se acostumbra. Es entre setentona, grasa, ostentosa, y kitsch. Mucha madera, mucho plástico, mucha alfombra.
La calefacción es con caldera y radiadores, Es bastante calentito, pero por alguna extraña razón no hay radiadores en las habitaciones. Resultado: ambientes cálidos, pasillos agradables y habitaciones heladas.
La casa tiene dos entradas: una entrada muy elegante, con escalerita y flores, que queda a un costado y a varios metros de la calle, y que nadie usa (ni siquiera los Smiths cuando vienen); y otra principal, que es de vidrio y tiene un caminito directo desde la calle. Parece que es así en todas las casas. No entendemos bien como es el tema de la entrada accesoria pero elegante.




Cosas locas que no puedo dejar de mostrar: Cartel del toilet; sticker setentosa en una ventana; y para golpear la puerta, con imagen del Capitán Cook y la leyenda “El primer europeo en llegar a NZ” (o algo así).

6/10/09

Meet The Smiths

Llegamos a las 19:30hs a lo de Smith para cenar… que para ellos que cenan a las 17/18hs aprox. era como estar trasnochando. Estaba casi toda la familia: la esposa Kareen (se escribe así, porque son complicados para hablar y para escribir por lo visto), el hijo Ryan (que después de verlo escrito en una planilla sabemos que se llama así, porque para nosotros era un sonido parecido a “rshagn”) que tiene 18 años y trabaja en la granja con Smith, otro hijo cuyo nombre no entendimos, no recordamos ni podemos reproducir con un sonido, así que le diremos “sonido extraño”, que era un coloradito que nos miraba y se reía como el rubio de Beavis y Butthead, de 14 o 16 años. Faltaban los dos hijos de Kareen y Smith: Julia de 3 años (colorada) y “Sonido Extraño 2”, de 7 meses y seguramente cuando tenga pelo, coloradito. Los pibes que cenaron con nosotros son de un matrimonio anterior del Smith.
La cena consistió en pork y verduras asadas, las cuales fueron acarreadas a la boca de los kiwis sin mucho protocolo. Estaba rica, aunque con poca sal para nuestro gusto. Durante la cena no ingirieron líquido de ningún tipo, y cuando nos ofrecieron algo de beber (y aceptamos, ya que no habíamos tomado nada en casi 6hs), nos trajeron un mísero vaso de agua a cada uno. Tuvimos que racionarla durante toda la cena, ya que no sabíamos si pedir más sería un insulto o si en NZ el agua es un lujo*.

 

*Este punto se explicará en “Manual de uso del argentino”

Oye apaaa....

El lunes a la mañana, con nuestro equipaje sano y salvo (aparecieron las valijas y Aduana sólo revisó la que tenía la yerba) partimos hacia el Sur de la Isla Sur, más precisamente a Invercargill.
En 4 horas pasamos de Auckland, la gran ciudad, en un avión pequeño, a Christchurch, una ciudad más pequeña. Se notó que el aeropuerto era más pequeño, menos gente, gente más kiwi que internacional. Allí tomamos el último vuelo, ya sí a Invercargill. Este último avión era MUY pequeño, y teníamos que ir caminando por la pista para subir. Al llegar a Invercargill el aeropuerto era minúsculo, ya sin seguridad, ni varias puertas… por poco tenemos que ir a señalar nuestras valijas cuando las bajaban del avión, como en la Terminal de ómnibus de Mar del Plata.
Allí nos estaba esperando el patrón, el Sr. Smith. Es un tipo de unos 40 años, simpático, muy educado, pero que habla con acento kiwi, a mil por hora y como si tuviera una papa en la boca. ¡Aun hoy en día nos es complicado entender lo que dice!
La sensación de Juan fue que acá hablan como unos dibujitos de Hanna-Barbera, que eran osos montañeses, y decían “oye apaaa”… yo coincido totalmente con él.
En fin, Smith, luego de llevarnos a comprar comida a un supermercado (compra que se parecía a esa temporada de Gran Hermano en la cual compraban a contrarreloj porque les cerraban la puerta), nos invitó a cenar a su casa, previo depósito de nuestras valijas y compras en la casa que nos dieron.

3/10/09

Un mundo de sabores


El primer choque cultural, por llamarlo de alguna forma, fue con la comida. Como estábamos en un hostel, teníamos cocina equipada para cocinar nuestra propia comida. Fuimos al supermercado y compramos cosas sencillas para cocinar, ya que por dos días no ameritaba hacer una gran compra. Compramos kiwis a un precio increíblemente barato. Mientras recorríamos las góndolas armamos el menú y compramos los ingredientes: fideos con crema, sopa envasada, sándwiches de lomito y queso.
Primer comida: fideos con crema. Nos llamó poderosamente la atención que los fideos tardaron casi 30 minutos en estar al dente. Pero mayor fue la sorpresa al probar la crema. Era agria, espesa, con una textura extraña. Claro, el problema fue que no compramos crema, sino una especie de Casancrem. Eran incomibles, pero el hambre es más fuerte y nos terminamos nuestros platos a fuerza de sal y pan lactal.
Igualmente, todas las palmas se la llevó la sopa. Compramos lo que pensamos era una sopa de pollo con azafrán, que venía en un sachet muy elegante. Nos sorprendió descubrir que más que era sopa era arroz con azafrán y pollo. Es imposible de describir el sabor de esa cosa. Era algo agridulce, tenía pasas de uvas, castañas, cosas de cajú. Era el vómito de un pollo persa mezclado con azafrán y el relleno de un pan dulce. Juan hizo tripas corazón y comió su porción. Yo me fui a dormir sin cenar.
Por suerte, los sándwiches nos salvaron en las restantes comidas.