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30/11/09

Segunda reunión mensual


Al segundo mes, vino la segunda reunión mensual del staff de la Smith`s Farm. Esta vez, no nos preocupaba tanto el menú, ni los comensales, ya que queríamos plantear (bah, yo quería plantear) que se notaba que demoraba mucho al trabajar, y quizás ellos preferían contratar a otro franquero para agilizar el ordeño (y gastar menos, obvio, pero eso no lo dijimos). Nuestro temor era que me dejaran seguir trabajando para que Juan no se fuera, es decir, que aceptaran mi trabajo sólo porque temían que si yo me quedaba sin trabajo, nos iríamos los dos.
Llegamos tranquilos, con un lemon pie casero para ofrecer como postre. Todos deben estar ansioso por saber el menú: nos sorprendieron con una tarta de jamón, queso y tomatitos cherry. Era rica, esponjosa, el tiempo justo de cocción. Tampoco nos sirvieron agua… siguen sin entender.
Antes de comenzar a almorzar, decidimos exponer nuestro caso, así si me despedían, aunque sea no les generaba el gasto de un comensal más. Empleé todas las palabras del inglés que tuve a mi alcance, y traté de ser lo más clara y específica posible. Juan dice que se me llenaron los ojos de lágrimas, yo digo que me puse tan nerviosa que se me quebró la voz (pero quizás se me hayan humedecido los ojitos accidentalmente). Al finalizar, sólo restaba la respuesta de los Smith.

22/11/09

Una visita inesperada


Así… de la nada… una calurosa (bah, no estaba nublada) tarde de Noviembre… él llegó.  Manejaba una pequeña camionetita blanca, con un tanque cisterna atrás. Estacionó junto a los garages que no usamos, bajó del camión y empezó a levantar unos baldosones de manera rápida pero cuidadosa. El señor era hindú, de unos cincuenta años. Quizás no tantos, pero su piel oscura curtida por el sol y sus sienes blancas reflejaban años de trabajo y cansancio.
Si bien me mantengo ajena a la gente que pasa por mi casa, el hecho de que un señor desconocido esté destrozando mi propiedad, sin mi autorización y sin yo saber bien que quería, me conmovió, por lo que salí de mi aburrida tarea de vectorizar logotipos para tratar de entender qué carajo estaba pasando.
Y de pronto, me encontré sumida en una conversación con un hindú que hablaba y pronunciaba el inglés igual o peor que yo, tratando de conversar sobre la caca que había en mi pozo.
Entendí algo de una farm (es decir, granja o tambo, y acá hay dos farm por cuadra, así que no ayudaba mucho), algo de la calle, y algo de que era el pozo séptico lo que buscaba.
Palabra va, frase viene, el hindú se cansó de tratar de que yo entendiera, y se puso a buscar la tapa o lo que sea que tenga el tanque  para hacer su trabajo y marcharse a descansar.
Que quedé claro: no era que yo estaba encariñada con litros, kilos o la unidad de medida que se emplee en este caso de los deshechos de mi pareja y míos, sino que temía que el señor se marchara y al otro día tuviera que pagar una fortuna por algo que ni sabía que se debía hacer.
Luego de unos minutos de quedarme junto al señor, viendo como hacía fuerza para sacar más baldosones, decidí que mi presencia era inútil, y a no ser que sacara al señor a escobazos él no se iba a ir, así que le dije algo de la farm otra vez y me disponía a irme cuando entendí el asunto. Smith lo había mandado a vaciar todos los pozos de las tres casas, y Smith era el tipo de la farm, y su casa está en la misma calle que la mía.
Le dije que ya entendía, que cualquier cosa que necesitara yo estaba en la casa, y me marché. El tipo anduvo a las vueltas un rato, llenó todo de olor a caca, y se marchó… por donde vino y como llegó: sin avisar, sin saludar y por la calle principal.

17/11/09

Abarajame la manguera II


El tema de la manguera no terminó ahí. Terminé de limpiar el yard, por más que la mitad de mis músculos casi colapsan en el intento. Creo que si hubiera sostenido la manguera con mis glúteos, hoy en día tendría la cola más dura, fuerte y parada de todo NZ.
Como decía, terminado el yard me tocaba limpiar el tambo propiamente dicho: el piso donde trabajamos, las paredes, la máquina, etc. La manguera era un poco menos potente, pero luego de lidiar con la anterior, mi fuerza era casi nula y hasta limpiar con un rociador hubiera sido agotador para mí.
Agarré la manguera, y empecé a limpiar. Como dije antes, el problema del cambio de dirección seguía allí, así que cada vez que intentaba pasar de un lado al otro, el arco volvía a formarse. El problema era que en el tambo hay techo y paredes con chapas, así que se escuchaba:
      Shshshshhshshshshshhshshs (manguera)
      Chatratpamchhatrapamtappatat (techo)
      Plafplafplafplaftrapachattrapachat (pared)
      Shshshshhshshshshshhshshs (manguera)
      Shshshshhshshshshshhshshs (manguera)
      Chatratpamchhatrapamtappatat (techo)
      Chatratpamchhatrapamtappatat (techo)
      Chatratpamchhatrapamtappatat (techo)
      Chatratpamchhatrapamtappatat (techo… no podía terminar de dar la vuelta)
      Shshshshhshshshshshhshshs (manguera)
      What the fuck?! (Smith… preocupado por su propiedad…. No, mentira, pero seguro lo pensó.)

En fin. Luego de (creo yo) una hora, había limpiado el yard (una parte la limpió Juan, no puedo negarlo) y el tambo. Casi destruyo el tambo en el proceso, pero sirvió para que aprendiera que las mangueras potentes no son juego de niños y deben usarse con responsabilidad y sabiduría.
Lo mejor de todo, es que es una actividad cansadora pero, a su vez, relajante, ya que andar destruyendo montañas de bosta y desparramándola por todos lados permite descargar energías. A su vez, ejercita los músculos y los reflejos. Así que les recomiendo mangueroterapia para su próximo viaje al spa.


14/11/09

Abarajame la manguera



Yo trabajé cada fin de semana, supliendo la ausencia de Ryan, hasta que se adoptó el calendario normal, que es un descanso de dos o tres días cada 15 días aprox. Pero el fin de semana posterior a los 5 días ayudando con los terneros, no me llamaron.
Al otro fin de semana, trabajé nuevamente. Estaba feliz, porque en realidad trabajar con los terneros es lindo, y son animalitos tiernos y dentro de todo, manejables. Pero no… me tocó ordeñar nuevamente.
El shock de estar otra vez rodeada de culos de vacas, la amenaza de ser orinada o defecada por ellas, y demás horribles cosas no duró mucho. Enseguida tomé el ritmo de trabajo y me puse a ordeñar. En realidad, lo del ritmo es una expresión, porque mientras Juan y Smith ordeñaban diez vacas cada uno, yo estaba (con suerte) recién poniendo las pezoneras a la tercera.
El ordeño pasó sin pena ni gloria. Ya sobre el final de las vacas, Smith me pidió que limpiara el yard, que es el espacio desde donde las vacas entran y esperan a pasar a ser ordeñadas. Easy! Lo saqué al toque. Y ahí fui.
El pequeño detalle era que esta limpieza se hace con una manguera que tiene una potencia descomunal. Imagínense una manguera de bomberos, con un caudal y una presión inimaginable. Ahora imagínenme a mí, tratando de no sólo sostenerla, sino de maniobrar con ella. Pensé que iba a volar como Mary Poppins, de aquí para allá.
Logré dominar la manguera y que apuntara a donde yo quisiera… más o menos. Los pedazos de bosta que alcanzaba el chorro de agua se desintegraban y volaban en mil pedazos, de aquí para allá, sin lógica alguna. La peor parte era cuando quería apuntar hacia el otro lado (por ejemplo, limpiaba a la izquierda y bruscamente cambiar a la derecha): movía la manguera y hacía un arco que empapaba todo. Creo que hasta mojé las ventanas de la casa de Ryan que vive frente al yard. Si Greenpeace me hubiera visto me denunciaba por desperdicio de recursos naturales.
En el medio de esta lucha despiadada entre la manguera y mi persona, veo que Smith se acerca. Pensé “¡Por fin! Viene a relevarme”. Pero no, sólo se acercó a explicarme el tema de la apertura de la manguera y la presión del agua, y se fue… dejándome sola en el medio del yard, con la manguera y la mitad del lugar lleno de bosta.
 


¡Maldita sociedad con igualdad de sexos! Esto de que las mujeres pueden hacer el mismo trabajo que los hombres no funciona así, sino con mujeres haciendo cosas científicas y chetas...