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11/2/10

Vamos a la playa


Hasta la gente que vio las fotos del viaje lo notó: acá a la playa se va con ropa.
Sin importar la edad, sexo, físico, clase social, profesión o cualquier otro indicador de cualquier tipo, la gente kiwi va vestida a la playa. Y no sólo eso: las partes que quedan expuestas al sol (por ejemplo, la cara) es cubierta con bronceador factor 30 (mínimo).
A su vez, el look de los kiwis varía, no es que van todos con la misma ropa. Se ven desde ropas deportivas, pasando por jeans, ropa de camping, vestidos, ropa de vestir, e infaltables sombreros en todas sus expresiones y colores.
Aún así, algunos osan mostrarse en malla. Las mujeres jóvenes y adultas se inclinan por mallas de natación, o bikinis de bombachas enormes, o bien mallas enteras con poco escote. Entre los hombres el estilo es más uniforme, ya que lo que varía es el largo del short de baño: hay desde shortcito ochentoso hasta bermudon surfero. Aún así, entre el sexo masculino no se ha notado el uso de zunga ni de mallas bajas con asomada de raya de culo.
En fin, aquellos que andábamos de malla no éramos kiwis. Éramos gente con visa de trabajo, turistas, residentes de origen extranjero, e incluso extraterrestres. Todos coincidíamos en ir sueltos de ropa ya que la playa se creó para estar al sol y mostrarle al resto del mundo que nosotros SI tenemos tiempo para cosas tan banales como broncearnos.
Y pensar que yo que estaba contenta porque había notado que en las casas de ropa no vendían microminiequeñas bikinis, y las chicas kiwis son más de mi estilo Botero que de la onda de las modelitos argentinas, me decepcioné al llegar a la playa. Una vez que podía andar en malla sin sentir que el resto era más flaca que yo, las minas no se sacan la ropa. Ahora la vergüenza me la genera pensar que soy una exhibicionista!


A las pruebas me remito. ¿Dónde está el argentino?
 Pista: es el que va en malla a la playa

7/2/10

Moviendo las cabezas


A más de 5 meses de estar aquí, mi pelo era un desastre. No sólo porque estaba largo y el corte había perdido su forma, sino porque en una tarde aburrida de diciembre decidimos con Juan que podríamos cortarlo nosotros… y además de no lograrlo, lo deformamos más.
En fin, tenía que ir a la peluquería. Por lo que un día franco de Juan, pedí un turno con una aprendiz (porque era más barato, obvio) en una peluquería local.
Mientras esperábamos (porque quería que Juan estuviera ahí para supervisar que nada raro fuera hecho en mi pelo) ojeé rápidamente una revista en busca de un corte de pelo que fuera de mi agrado. Supuse que si le mostraba la foto y le señalaba mi cabeza iban a entender que quería ese corte. Ninguno me convenció mucho, y tampoco me dieron tiempo a mirar muchas más cosas.
La chica que me atendió era divina, simpática, fácil de entenderle cuando hablaba. Le expliqué que quería cortarlo bastante porque me había crecido mucho en 5 meses (omití la parte de que ese agujero de pelo era culpa mía, porque me daba vergüenza). La chica me dijo si quería que quedara largo hasta la nuca, y un poco más largo adelante, en punta. Genial! Ese era mi corte!! Así había llegado yo a NZ!! le dije muy contenta que sí, y empezamos con los trámites peluqueriles.
Primero, me lavó el cabello. Usó dos veces shampoo, y luego acondicionador. Bien… aquí las cosas se hacen a la manera normal. Me secó el pelo con una toalla (bah, eso que hacen en la peluquería, que en realidad es sacar el exceso de agua), y fuimos a la silla frente al espejo. Delicadamente me secó el pelo con secador, tomándose su tiempo y con mucha paciencia, alisando mi lacio pelo. Si bien me llamó la atención que secara el pelo antes de cortarlo (ya que generalmente se hace al final), estuve los 15 minutos que parece haberle llevado ese trabajo tranquila, mirándola por el espejo.
Se fue, y cuando volvió, me alarmé. Trajo una planchita de pelo, la enchufó y amagó a plancharme el pelo. Ahí no aguanté más y le tuve que decir algo. Alejé mi cabeza de sus manos y planchita, la miré y le dije:
Yo: ¿Vas a cortarme el pelo?
Peluquera/aprendiz: Sí. Primero lo seco y aliso.
Yo: ah, bien. Pensé que me habías entendido cualquier cosa. Porque no habló bien inglés.
P/A (con cara sonriente, seguro pensando en la mala suerte de cortarle el pelo a una mina que no habla inglés):  No, te entendí. Termino con esto y lo corto.
Así que estuve otros 20 minutos mirando como continuaba alisando mi lacio pelo. Y luego estuve otros 20 minutos mirando como cortaba mi pelo con una pequeña tijera, con la paciencia y concentración que solo un podador de bonsai puede tener. Y luego estuve mirando otros 15 minutos como volvía a cortar mi pelo, ya no tan pacientemente, porque yo lo quería un poco más corto de lo que había quedado.
Resultado: salí conforme, aunque me sentía extraña con el pelo planchado. Pero más feliz salí porque no me cobró el lavado, el secado y el planchado, porque si lo hubiera hecho (como se estila en Argentina) me hubiera fundido.

28/1/10

De regreso


Regresamos de las vacaciones. Fue una semana de relax, playa y descanso. Algunos días nublados, un poco de llovizna, pero eso no opacó el viaje o los paisajes. Lo disfrutamos mucho, y nos sirvió para despejar mentes y descansar cuerpo.
No hubo nada significativamente llamativo en el viaje. Nuestra suerte fue buena, y no hubo malos entendidos, choques o demás. Por suerte, ha sido tranquilo.
Pero todos quieren leer algo gracioso, así que les comentaré algo que nos causó mucha gracia.
Nuestro avión a Christchurch salía temprano desde Invercargill, y el tiempo límite para despachar el equipaje era 6:10am. Como estamos a una hora de Invercargill, y nunca habíamos ido al aeropuerto (ni recordábamos como habíamos llegado desde allí a casa), decidimos ser precavidos y salir con tiempo.
Nos levantamos alrededor de las 3:40am. Desayunamos tranquilos, repasamos el equipaje, las cosas, las luces, las ventanas y esas cosas que uno revisa antes de salir de viaje. Si no me equivoco, 4:30am estábamos partiendo al aeropuerto. Nuestro viaje fue más corto de lo previsto, ya que la ruta estaba desolada, y el aeropuerto estaba más cerca de lo que pensábamos. A las 5:20 estábamos en el estacionamiento.
Agarramos nuestro equipaje para entrar, esperar, quizás tomar un café, hasta que pudiéramos despachar el bolso. Gran sorpresa nos llevamos, cuando al pararnos frente a la puerta automática, esta no se abrió. Miramos… y no había nadie adentro. Juan vio algo en la puerta: un papel estaba en la unión de las puertas, con la inscripción “security”, a modo de prueba de que se había forcejeado la entrada. Tentados de risa, y recién enterados de que un aeropuerto podía estar cerrado, nos volvimos al auto, a esperar que el “portero del aeropuerto” regresara.
Al rato, empezó a llegar gente, que al igual que nosotros, se quedaban como tontos parados frente a la puerta, esperando que se abrieran mágicamente. Alrededor de las 6am, alguien entró por una puerta del costado, y abrió el aeropuerto, dejando a los precavidos viajantes entrar.

16/1/10

Vacaciones (por fin)


A partir del día de la fecha, y por el plazo de 7 días, este blog está de vacaciones. Nos hemos ido a recorrer el norte de esta isla, en busca de playas, sol, mar y calor… principalmente calor.
Desde ya, trataré de recordar todo para luego comentarlo en este humilde medio. Ojala podamos descansar, pero también tengamos muchas aventuras para contar.

Hasta pronto!

13/1/10

Un servicio a mi medida


Si hay algo que debo remarcar de este país es que posee un servicio de baños públicos de altísimo nivel. En todos, todos, todos lados hay baños públicos. Ya sea una pequeña ciudad, un parador, un lugar interesante en medio de la naturaleza, siempre habrá un inodoro al alcance de cualquier vejiga.
La limpieza en general es muy buena, casi siempre hay papel higiénico, jabón líquido para lavarse las manos y toallitas de papel para secarlas, o en su defecto, un secador de esos que hacen ruido y tiran aire. Tiene cerradura que funciona, para asegurarse que nadie entrará, y un infaltable cesto de residuos.
Hasta el momento, el más extraño que he visto es uno en Kaka Point (JURO que es mera casualidad… que no lo inventé para que esto sea cómico), el cual poseía inodoro, pero todo “caía” a las piedras de abajo… un pozo con asiento, el principio del baño como hoy lo conocemos.
El argentino, habituado a tomar mate en abundancia, también debe estar agradecido de este maravilloso servicio. Y las mujeres, que no hemos sido anatómicamente diseñadas para orinar con la misma facilidad que los hombres, deberíamos pedir que se destinen más fondos a ellos.
Los que me conocen recordarán mi típica frase “tengo que ir al baño” dicha en cualquier contexto, al rato de haber salido del último baño accesible. Por suerte, eso dejó de ser problema aquí, ya que sé que cuando llegue a destino, o quizás a mitad de camino, Nueva Zelanda tendrá un baño esperándome.

9/1/10

...mañana triste


El 1 de Enero fue horrible. El problema no fue acostarnos a la 1:30 y levantarnos 4:30 para ir a ordeñar. O tener aliento a rumano muerto por el vodka, el chocolate y demás cosas que comimos en la fiesta. Ni siquiera nos molestaba el cansancio. El problema era más serio: no había electricidad.
Suena de quisquillosa, pero paso a detallarles que es lo que un corte de energía eléctrica implica acá. Primero, uno no puede usar el baño, porque no hay ni una gota de agua. Como no hay agua, uno no puede lavarse los dientes, la cara, tomar agua, hacerse café, etc. A su vez, uno no puede calentar y/o cocinar nada, ya que aquí las cocinas son eléctricas, no a gas. Comimos unas galles con un poco de leche, aunque no quisimos abusar de las bebidas frías, ya que en ayunas suelen hacer “tráfico rápido”… y les recuerdo que no había agua.
Pero, el problema mayor no era el mal aliento o estar en ayunas, el problema era que no podíamos trabajar. El tambo usa electricidad para funcionar, para que la leche salga mecánicamente de la vaca y llegue al tanque recolector de leche. En vano llamamos a la central eléctrica, pues a las 5am del 01 de enero NADIE estaba allí para decirnos cuando se solucionaría el corte.
Estuvimos casi una hora sentados en la camioneta, recorrimos la zona para ver  cuantos tambos estaban en igualdad de condiciones, y casi nos turnamos para dormir, quedando uno de guardia para avisar si volvía la electricidad.
Alrededor de las 6am, se hizo la luz. Yo estaba triste, porque esa hora de demora implicaba una hora menos de siestita entre el regreso a casa y el almuerzo.
A la tarde, la escena se repitió, pero en peor magnitud: con las vacas ordeñándose, todas dentro del tambo, la luz se cortó nuevamente. Esta vez, la empresa estaba al tanto, y ya un contestador avisaba que a las 5pm se reestablecería el servicio. Sacamos todas las vacas, ordenamos, y nos volvimos a casa a esperar que en 1hora todo se reestableciera.
Obviamente, la mala suerte seguía de nuestro lado. Ni bien llegamos, en casa había luz, todo funcionaba a la perfección, y como supusimos, en el tambo todo estaba como siempre. Así que volvimos a trabajar… a empezar de cero.
Ojalá este día no sea un anticipo del año, sólo un día de esos en los que todo se complota para que uno no pueda descansar como se lo merece.

6/1/10

Noche alegre... II


Lo que más nos gustaba de la reunión con los rumanos era que estaba cerca. Era en Gore, en las afueras, pero a no más de 30 minutos de casa. Seguimos al pie de la letra las instrucciones y el mapa que nos dio uno de los rumanos, pero al cabo de 30 minutos estábamos en un vecindario vacío, con casas de luces apagadas y poca actividad propia de una fecha tan importante. Al instante nos dimos cuenta de que no íbamos a llegar a la fiesta por ese rumbo, por lo que bajé del auto y le pregunté a unos kiwis donde quedaba “Knapdale Hall”. No entendí la respuesta claramente, pero por el tono y la cara, quedaba por la loma del orto. Así que decidimos retomar la ruta principal, y rogar que la loma del orto, en NZ; quedara más cerca de lo que queda en Argentina.
No voy a entrar en detalles: kilómetro más, kilómetro menos, curva, contra curva, vuelta para atrás, encontramos el lugar. Ya en la puerta Dan, nuestro compañero de inglés, nos reconoció. Nos saludó a los cuatro efusivamente, con abrazo, beso y olor a alcohol, y nos hizo pasar al salón.
El lugar rebalsaba de alegría, buena onda, comida, bebidas y ganas de divertirse. Olga (esposa de Dan) se encargó de presentarnos con TODOS los que estaban allí, y todos nos saludaron alegremente, nos dieron la bienvenida, y nos invitaron a servirnos lo que quisiéramos, y a sentirnos como en casa. En pocos minutos, nos empujaron a la pista de baile y en breve estaba bailando “Macarena”, cantada en perfecto español, rodeado de rumanos que sabían el pasito a la perfección.
Liviu nos hizo brindar con su vodka casero, que es FUERTE, y juro que, en la medida adecuada, le levanta el ánimo a cualquiera. A continuación, bailamos “El meneaito” (también en español) con todos los rumanos, y seguimos saludando y festejando.
Entre bebida, comida, paso doble, vals y música rumana, las 12 llegaron. Todos salimos a recibir el año nuevo con fuegos artificiales, brindando, saludándonos con un beso y repartiendo deseos de  “Happy New Year!”, “Le mults ann” y “Feliz Navidad” (uno de los rumanos informó mal la frase en español, y el nivel general de alcohol en sangre impedía que pudieran modificarla).
Si bien nos hubiera encantado quedarnos hasta que se hiciera de día, nuestros compromisos laborales nos apuraban, por lo que sólo estuvimos una hora más, bailando música rumana, conversando en una mezcla entre inglés, rumano, español, y riéndonos mucho.

4/1/10

Noche alegre...


A veces, las cosas que no se planean mucho resultan ser mejores que aquellas que nos han llevado tiempo y dedicación. En nuestro caso, esto se puede aplicar a la temporada de fiestas.
Para Navidad, unas semanas antes ya sabíamos a dónde iríamos y con quienes: unas familias argentinas que hacen más de 7 años que viven acá. Sabíamos que teníamos que llevar para la cena, y como llegar. A pesar de tanta anticipación, los postres que preparé fueron un desastre culinario, casi impresentables. Los llevé porque no podíamos caer con las manos vacías, pero en realidad eso no hubiera sido un insulto, sino un favor.
Si bien la cena fue amena y muy “argentina”, no terminamos de sentirnos a gusto (bueno, aunque sea yo). Fue como una noche más, sólo que con gente que apenas conocíamos, con mucho ruido y pocas nueces, regalos y brindis de medianoche. Fue lindo estar acompañados, pero no conocía a esa gente como para sentirme bienvenida… sólo me sentía invitada.
Para Fin de año, todo fue distinto. Decidimos cenar solos en casa (principalmente porque el resto de los amigos –como nosotros- trabajaban al día siguiente, por lo que trasnochar o viajar era casi imposible) y luego, si teníamos ganas, ir a una cena que organizaban unos rumanos que van con nosotros a las clases de inglés. Sencillo, práctico, sin compromisos.
Pero a las 18hs todo cambió. Sin esperarlo, una pareja de cordobeses que habíamos conocido un breve tiempo atrás, llamaron para ver si podían ir a la reunión de los rumanos a pesar de que no los conocían. Palabra va, palabra viene, decidimos juntarnos a cenar y luego ir a esa fiesta.
En menos de dos horas, estábamos en la casa de la pareja. La comida fue atípica para una cena de fin de año: sin ensalada rusa, arrollado de pollo, asado o vittel tone, cenamos unos exquisitos fideos con salsa bolognesa. Una cena tranquila, hablando cosas que NO se relacionaban con el año que empezaba ni con el que se iba. De postre: té de limón.
Luego del té, y de levantar la mesa, partimos a la reunión de los rumanos.

17/12/09

Cosas que aprendí acá


Si una vaca está corriendo, agarrarla de la cola no va a hacer que se detenga.
No importa la fuerza que hagas, o la voluntad que pongas. La vaca no se detiene. Probablemente aumente su velocidad y/o te arrastre unos metros.

12/12/09

El cajón de las ofertas


En uno de los supermercados locales existía algo que era delirio de los argentinos. Y digo esto, porque las únicas personas que se acercaban religiosamente a ver sus novedades éramos nosotros.
El tema era así: en una pequeña y vieja heladera exhibidora, este supermercado dejaba productos refrigerados a precio más barato, por la simple razón de que los mismos estaban prontos a su fecha de vencimiento. Allí siempre había algo diferente: yogures, capelletinis frescos, quesos de distintos tipos y sabores, humus (si… acá venden humus), fiambres, chocolates, leches… Cambiaban seguido su contenido, por lo que uno nunca sabía que sorpresa lo esperaba en esa pequeña heladera.
Una vez, fuimos varios argentinos juntos al supermercado. Todos estábamos al tanto de esta maravilla de las gangas supermercadistas, por lo que todos nos arrimamos a ver, y a los segundos, los tres argentinos (vecino argentino, uno de Riversdale y yo) estábamos absortos revolviendo los productos. Los kiwis pasaban, miraban por arriba de nuestras cabezas (quizás pensando que algo de allí valdría la pena, ya que estábamos meta revolver) y seguían. Nosotros seguíamos agarrando productos, comentando precios y poniendo cosas en nuestros carritos sin pensar si era buen precio o si era útil o si realmente íbamos a comer eso. La cuestión era encontrar lo más rico y barato rápido, y que no se lo lleve el otro. Por suerte, volvimos a la realidad (y nos percatamos del papelón que hacíamos) a tiempo, sin que ninguno empezara a tironear de un pedazo de mortadela o le pisara el tarro de yogur al otro. Y por suerte, devolvimos aquellos productos que, sinceramente, jamás íbamos a comer.
Esa fue la primera vez que le pude explicar a un hombre porque las mujeres nos deliramos en las liquidaciones de ropa, y por primera vez un hombre pudo experimentar esa sensación.

Hace unas semanas, el supermercado fue remodelado y cambió de marca, por lo que el cajón de las ofertas fue erradicado, porque no era acorde a la nueva imagen y al target que apuntaba. O quizás, sólo lo sacaron porque atraía muchos argentinos e incomodaba a la gente.