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4/1/10
Noche alegre...
A veces, las cosas que no se planean mucho resultan ser mejores que aquellas que nos han llevado tiempo y dedicación. En nuestro caso, esto se puede aplicar a la temporada de fiestas.
Para Navidad, unas semanas antes ya sabíamos a dónde iríamos y con quienes: unas familias argentinas que hacen más de 7 años que viven acá. Sabíamos que teníamos que llevar para la cena, y como llegar. A pesar de tanta anticipación, los postres que preparé fueron un desastre culinario, casi impresentables. Los llevé porque no podíamos caer con las manos vacías, pero en realidad eso no hubiera sido un insulto, sino un favor.
Si bien la cena fue amena y muy “argentina”, no terminamos de sentirnos a gusto (bueno, aunque sea yo). Fue como una noche más, sólo que con gente que apenas conocíamos, con mucho ruido y pocas nueces, regalos y brindis de medianoche. Fue lindo estar acompañados, pero no conocía a esa gente como para sentirme bienvenida… sólo me sentía invitada.
Para Fin de año, todo fue distinto. Decidimos cenar solos en casa (principalmente porque el resto de los amigos –como nosotros- trabajaban al día siguiente, por lo que trasnochar o viajar era casi imposible) y luego, si teníamos ganas, ir a una cena que organizaban unos rumanos que van con nosotros a las clases de inglés. Sencillo, práctico, sin compromisos.
Pero a las 18hs todo cambió. Sin esperarlo, una pareja de cordobeses que habíamos conocido un breve tiempo atrás, llamaron para ver si podían ir a la reunión de los rumanos a pesar de que no los conocían. Palabra va, palabra viene, decidimos juntarnos a cenar y luego ir a esa fiesta.
En menos de dos horas, estábamos en la casa de la pareja. La comida fue atípica para una cena de fin de año: sin ensalada rusa, arrollado de pollo, asado o vittel tone, cenamos unos exquisitos fideos con salsa bolognesa. Una cena tranquila, hablando cosas que NO se relacionaban con el año que empezaba ni con el que se iba. De postre: té de limón.
Luego del té, y de levantar la mesa, partimos a la reunión de los rumanos.
17/12/09
Cosas que aprendí acá
Si una vaca está corriendo, agarrarla de la cola no va a hacer que se detenga.
No importa la fuerza que hagas, o la voluntad que pongas. La vaca no se detiene. Probablemente aumente su velocidad y/o te arrastre unos metros.
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12/12/09
El cajón de las ofertas
En uno de los supermercados locales existía algo que era delirio de los argentinos. Y digo esto, porque las únicas personas que se acercaban religiosamente a ver sus novedades éramos nosotros.
El tema era así: en una pequeña y vieja heladera exhibidora, este supermercado dejaba productos refrigerados a precio más barato, por la simple razón de que los mismos estaban prontos a su fecha de vencimiento. Allí siempre había algo diferente: yogures, capelletinis frescos, quesos de distintos tipos y sabores, humus (si… acá venden humus), fiambres, chocolates, leches… Cambiaban seguido su contenido, por lo que uno nunca sabía que sorpresa lo esperaba en esa pequeña heladera.
Una vez, fuimos varios argentinos juntos al supermercado. Todos estábamos al tanto de esta maravilla de las gangas supermercadistas, por lo que todos nos arrimamos a ver, y a los segundos, los tres argentinos (vecino argentino, uno de Riversdale y yo) estábamos absortos revolviendo los productos. Los kiwis pasaban, miraban por arriba de nuestras cabezas (quizás pensando que algo de allí valdría la pena, ya que estábamos meta revolver) y seguían. Nosotros seguíamos agarrando productos, comentando precios y poniendo cosas en nuestros carritos sin pensar si era buen precio o si era útil o si realmente íbamos a comer eso. La cuestión era encontrar lo más rico y barato rápido, y que no se lo lleve el otro. Por suerte, volvimos a la realidad (y nos percatamos del papelón que hacíamos) a tiempo, sin que ninguno empezara a tironear de un pedazo de mortadela o le pisara el tarro de yogur al otro. Y por suerte, devolvimos aquellos productos que, sinceramente, jamás íbamos a comer.
Esa fue la primera vez que le pude explicar a un hombre porque las mujeres nos deliramos en las liquidaciones de ropa, y por primera vez un hombre pudo experimentar esa sensación.
Hace unas semanas, el supermercado fue remodelado y cambió de marca, por lo que el cajón de las ofertas fue erradicado, porque no era acorde a la nueva imagen y al target que apuntaba. O quizás, sólo lo sacaron porque atraía muchos argentinos e incomodaba a la gente.
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5/12/09
Segunda reunión mensual III
La señora apareció con un maletín negro, una carpeta enorme con fotitos de vacas, campos y farmers, y hablaba con los Smiths como si fuera amiga de años.
Esta señora era de una empresa o algo así que capacita a gente que trabaja en el campo (no sólo en tambos, sino en campos de ovejas, de engorde y demás bichitos y cosas), y venía a explicarle a Juan el curso que iba a hacer.
El tema es así: Kareen y Smith le ofrecieron a Juan realizar un curso de “farming” general, que le da un certificado de reconocimiento nacional. Luego de este curso puede hacer cursos más complejos, y seguir obteniendo certificados, hasta tener un título o algo así. Es muy buena oportunidad para Juan, y a ellos les debe ser útil tener personal con certificados nacionales.
Así que la señora explicó como se cursaba este nivel: se ven varios temas generales del trabajo en el tambo, como pasturas, alambrados, manejo de vehículos en la farm, arreo de vacas, etc. Una vez por semana se asiste a una clase teórica, siendo 4 clases en total. Luego se completa en una carpeta enorme, donde están todos los textos, una serie de cuadros según la actividad a realizar. Por ejemplo, hay un cuadro que es sobre la tarea de llevar las vacas desde su potrero hasta el tambo. Uno anota como hizo esa tarea la primer semana, la segunda y así, hasta que el patrón decide que uno ya aprendió, firma el cuadro y da por concluido y aprobado al tema. Tiene 6 meses para completar la carpeta.
Si bien a Kareen le pareció medio pelotudo el curso, porque era sobre todas las tareas que realizaba Juan todos los días, decidió que lo hiciera ya que sin ese curso no podía pasar al otro nivel. Y en ese momento, me invitaron a hacerlo. La verdad, no me interesaba… pero después de decir que me esfuerzo pero soy mala, y que no sé de tambo y bla bla bla , no podía oponerme a la oportunidad de mejorar.
Así que en un tiempito nomás empezamos a estudiar tambo… y a hacer ejercicios de arrear vacas y arreglar alambrados eléctricos… aburrido para Juan… un mundo de aventuras y peligros para mi…
Espero me dejen hacer cosas de diseño en las clases, como cuadros o infografías, o una web. Quizás pueda aprobar el tema de arrear vacas si les hago una animación en Flash mostrando que entiendo el concepto.
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2/12/09
Segunda reunión mensual II
Los Smith en su totalidad (exceptuando el Baby que no estaba y Julia que estaba concentrada en sacarle el borde a un pan lactal) dijeron que me quedara, que iba bien, que iba a mejorar, que era cuestión de tiempo y bla bla bla. Incluso Ryan me dio palabras de aliento y me felicito (no sé por que, si nunca me vio trabajar).
De sentirme la peor empleada y la más inútil, pasé a ser la empleada del mes y centro de felicitaciones varias. Podría decirse que mi carrera en el mundo tambero va bien.
Superado el mal trago, comimos y hablaron cosas del tambo. Como dije, la tarta estaba muy rica, todo muy lindo.
A la hora del postre, mi lemon pie fue totalmente ignorado. Kareen se sirvió, y me dijo que estaba rico. Le dio a probar a Julia, quien puso cara de asco, y se tapó la cara… una crítica culinaria bastante sincera. Juan y yo comimos, y estaba bueno, no estaba empalagoso ni nada. Pero bueno, no sé que pasó con eso. Dejamos la fuente y el lemon pie, y a los días volvió limpia. ¿Lo habrán comido? ¿Se lo dieron a los perros? ¿Se lo dieron a las vacas? Nunca lo sabremos.
El clima de la reunión fue muy agradable. A cada decisión que se tomaba, Smith decía “está bien si Vanesa… está feliz al respecto”, por lo cual debía que decir OK o no a cada tema. Después, me aseguró que en 2 meses iba a ser la jefa. Pero como me dijo alguien, me van a nombrar presidenta del tambo con tal que me quede sentada en una oficina, detrás de un escritorio, lejos de las vacas.
El vaso de agua llegó, obviamente, a la hora del café de la sobremesa. Y gracias a que se lo ofrecieron a una señora que vino a explicarnos lo que íbamos a hacer durante el mes de noviembre.
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30/11/09
Segunda reunión mensual
Al segundo mes, vino la segunda reunión mensual del staff de la Smith`s Farm. Esta vez, no nos preocupaba tanto el menú, ni los comensales, ya que queríamos plantear (bah, yo quería plantear) que se notaba que demoraba mucho al trabajar, y quizás ellos preferían contratar a otro franquero para agilizar el ordeño (y gastar menos, obvio, pero eso no lo dijimos). Nuestro temor era que me dejaran seguir trabajando para que Juan no se fuera, es decir, que aceptaran mi trabajo sólo porque temían que si yo me quedaba sin trabajo, nos iríamos los dos.
Llegamos tranquilos, con un lemon pie casero para ofrecer como postre. Todos deben estar ansioso por saber el menú: nos sorprendieron con una tarta de jamón, queso y tomatitos cherry. Era rica, esponjosa, el tiempo justo de cocción. Tampoco nos sirvieron agua… siguen sin entender.
Antes de comenzar a almorzar, decidimos exponer nuestro caso, así si me despedían, aunque sea no les generaba el gasto de un comensal más. Empleé todas las palabras del inglés que tuve a mi alcance, y traté de ser lo más clara y específica posible. Juan dice que se me llenaron los ojos de lágrimas, yo digo que me puse tan nerviosa que se me quebró la voz (pero quizás se me hayan humedecido los ojitos accidentalmente). Al finalizar, sólo restaba la respuesta de los Smith.
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22/11/09
Una visita inesperada
Así… de la nada… una calurosa (bah, no estaba nublada) tarde de Noviembre… él llegó. Manejaba una pequeña camionetita blanca, con un tanque cisterna atrás. Estacionó junto a los garages que no usamos, bajó del camión y empezó a levantar unos baldosones de manera rápida pero cuidadosa. El señor era hindú, de unos cincuenta años. Quizás no tantos, pero su piel oscura curtida por el sol y sus sienes blancas reflejaban años de trabajo y cansancio.
Si bien me mantengo ajena a la gente que pasa por mi casa, el hecho de que un señor desconocido esté destrozando mi propiedad, sin mi autorización y sin yo saber bien que quería, me conmovió, por lo que salí de mi aburrida tarea de vectorizar logotipos para tratar de entender qué carajo estaba pasando.
Y de pronto, me encontré sumida en una conversación con un hindú que hablaba y pronunciaba el inglés igual o peor que yo, tratando de conversar sobre la caca que había en mi pozo.
Entendí algo de una farm (es decir, granja o tambo, y acá hay dos farm por cuadra, así que no ayudaba mucho), algo de la calle, y algo de que era el pozo séptico lo que buscaba.
Palabra va, frase viene, el hindú se cansó de tratar de que yo entendiera, y se puso a buscar la tapa o lo que sea que tenga el tanque para hacer su trabajo y marcharse a descansar.
Que quedé claro: no era que yo estaba encariñada con litros, kilos o la unidad de medida que se emplee en este caso de los deshechos de mi pareja y míos, sino que temía que el señor se marchara y al otro día tuviera que pagar una fortuna por algo que ni sabía que se debía hacer.
Luego de unos minutos de quedarme junto al señor, viendo como hacía fuerza para sacar más baldosones, decidí que mi presencia era inútil, y a no ser que sacara al señor a escobazos él no se iba a ir, así que le dije algo de la farm otra vez y me disponía a irme cuando entendí el asunto. Smith lo había mandado a vaciar todos los pozos de las tres casas, y Smith era el tipo de la farm, y su casa está en la misma calle que la mía.
Le dije que ya entendía, que cualquier cosa que necesitara yo estaba en la casa, y me marché. El tipo anduvo a las vueltas un rato, llenó todo de olor a caca, y se marchó… por donde vino y como llegó: sin avisar, sin saludar y por la calle principal.
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17/11/09
Abarajame la manguera II
El tema de la manguera no terminó ahí. Terminé de limpiar el yard, por más que la mitad de mis músculos casi colapsan en el intento. Creo que si hubiera sostenido la manguera con mis glúteos, hoy en día tendría la cola más dura, fuerte y parada de todo NZ.
Como decía, terminado el yard me tocaba limpiar el tambo propiamente dicho: el piso donde trabajamos, las paredes, la máquina, etc. La manguera era un poco menos potente, pero luego de lidiar con la anterior, mi fuerza era casi nula y hasta limpiar con un rociador hubiera sido agotador para mí.
Agarré la manguera, y empecé a limpiar. Como dije antes, el problema del cambio de dirección seguía allí, así que cada vez que intentaba pasar de un lado al otro, el arco volvía a formarse. El problema era que en el tambo hay techo y paredes con chapas, así que se escuchaba:
Shshshshhshshshshshhshshs (manguera)
Chatratpamchhatrapamtappatat (techo)
Plafplafplafplaftrapachattrapachat (pared)
Shshshshhshshshshshhshshs (manguera)
Shshshshhshshshshshhshshs (manguera)
Chatratpamchhatrapamtappatat (techo)
Chatratpamchhatrapamtappatat (techo)
Chatratpamchhatrapamtappatat (techo)
Chatratpamchhatrapamtappatat (techo… no podía terminar de dar la vuelta)
Shshshshhshshshshshhshshs (manguera)
What the fuck?! (Smith… preocupado por su propiedad…. No, mentira, pero seguro lo pensó.)
En fin. Luego de (creo yo) una hora, había limpiado el yard (una parte la limpió Juan, no puedo negarlo) y el tambo. Casi destruyo el tambo en el proceso, pero sirvió para que aprendiera que las mangueras potentes no son juego de niños y deben usarse con responsabilidad y sabiduría.
Lo mejor de todo, es que es una actividad cansadora pero, a su vez, relajante, ya que andar destruyendo montañas de bosta y desparramándola por todos lados permite descargar energías. A su vez, ejercita los músculos y los reflejos. Así que les recomiendo mangueroterapia para su próximo viaje al spa.
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14/11/09
Abarajame la manguera
Yo trabajé cada fin de semana, supliendo la ausencia de Ryan, hasta que se adoptó el calendario normal, que es un descanso de dos o tres días cada 15 días aprox. Pero el fin de semana posterior a los 5 días ayudando con los terneros, no me llamaron.
Al otro fin de semana, trabajé nuevamente. Estaba feliz, porque en realidad trabajar con los terneros es lindo, y son animalitos tiernos y dentro de todo, manejables. Pero no… me tocó ordeñar nuevamente.
El shock de estar otra vez rodeada de culos de vacas, la amenaza de ser orinada o defecada por ellas, y demás horribles cosas no duró mucho. Enseguida tomé el ritmo de trabajo y me puse a ordeñar. En realidad, lo del ritmo es una expresión, porque mientras Juan y Smith ordeñaban diez vacas cada uno, yo estaba (con suerte) recién poniendo las pezoneras a la tercera.
El ordeño pasó sin pena ni gloria. Ya sobre el final de las vacas, Smith me pidió que limpiara el yard, que es el espacio desde donde las vacas entran y esperan a pasar a ser ordeñadas. Easy! Lo saqué al toque. Y ahí fui.
El pequeño detalle era que esta limpieza se hace con una manguera que tiene una potencia descomunal. Imagínense una manguera de bomberos, con un caudal y una presión inimaginable. Ahora imagínenme a mí, tratando de no sólo sostenerla, sino de maniobrar con ella. Pensé que iba a volar como Mary Poppins, de aquí para allá.
Logré dominar la manguera y que apuntara a donde yo quisiera… más o menos. Los pedazos de bosta que alcanzaba el chorro de agua se desintegraban y volaban en mil pedazos, de aquí para allá, sin lógica alguna. La peor parte era cuando quería apuntar hacia el otro lado (por ejemplo, limpiaba a la izquierda y bruscamente cambiar a la derecha): movía la manguera y hacía un arco que empapaba todo. Creo que hasta mojé las ventanas de la casa de Ryan que vive frente al yard. Si Greenpeace me hubiera visto me denunciaba por desperdicio de recursos naturales.
En el medio de esta lucha despiadada entre la manguera y mi persona, veo que Smith se acerca. Pensé “¡Por fin! Viene a relevarme”. Pero no, sólo se acercó a explicarme el tema de la apertura de la manguera y la presión del agua, y se fue… dejándome sola en el medio del yard, con la manguera y la mitad del lugar lleno de bosta.
¡Maldita sociedad con igualdad de sexos! Esto de que las mujeres pueden hacer el mismo trabajo que los hombres no funciona así, sino con mujeres haciendo cosas científicas y chetas...
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31/10/09
Hablemos de negocios
Luego de almorzar, comenzó la reunión mensual del staff. Hasta ese momento no se había conversado mucho, quizás los Smiths entre ellos cosas que no entendimos, pero en sí fue un almuerzo silencioso.
La reunión propiamente dicha fue corta. Nos leyeron los objetivos para el mes próximo (que no entendimos), como iban por ahora los resultados (que no entendimos) y algunas observaciones al respecto (que no entendimos).
Kareen siguió leyendo su lista de “cosas que se hacen en la reunión”, y continuó con la felicitación a su/s empleado/s: Juan fue felicitado por su buen trabajo. Fin de la felicitación.
A continuación, se le preguntó al empleado del mes que le gustaría aprender. Creo que se sorprendieron cuando Juan pidió en inglés aprender a hacer funcionar el tambo (es decir, la máquina) y a tratar las vacas con mastitis, ya que con su poca tendencia a la charla y su tímido uso del inglés eso fue mucho pedir.
Terminadas estas formalidades, nos saludamos y cada uno se fue a trabajar a donde le correspondía. A mi no me felicitaron por nada, ya que mi desempeño no había comenzado (empecé a generar pérdidas materiales, o trabajar como le dicen algunos, dos días después).
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