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28/10/09

Llevando el argentino al service


Un resfrío mal curado, la calefacción por radiadores, el esfuerzo físico o todo eso junto provocó que la argentina colapsara. Después de la primera mañana de trabajo con los terneros, me empecé a sentir muy mal, mareada, la cabeza me estallaba, nauseas, el oído era un centro de dolor… imposible de describir. Muy a mi pesar tuve que pedir asistencia médica, porque el dolor que durante días había sido una molestia se convirtió en una insoportable sensación de cercanía a la muerte. Así que después de meditarlo y conversarlo con Juan, decidimos que era necesario que fuera al médico y pasar por todas los trámites que eso implicaría.
La asistencia médica que contratamos antes de viajar se portó de maravillas (Mi agente de Viajes, si lees esto, tu recomendación fue excelente), pero ese fue solo el inicio del conflicto internacional.
La parte kiwi de la asistencia me llamó para pedirme mi dirección y ciudad de residencia. La minita kiwi que me llamó no sabía donde quedaba Gore, por lo cual tuve que orientarla en su propio país, con mi patética pronunciación de ciudades, y así mi teoría de que estamos en el medio de la nada comenzó a tener irrefutables pruebas locales. Al rato volvió a llamar para decirme que no me conseguía médico hasta la otra semana, y me pidió que les consiguiera un teléfono de una clínica de acá cerca así ellos les preguntaban si me podían atender… procedimiento muy argentino para NZ. Desconsolada, me tiré en la cama a esperar morir o que Smith me trajera un veterinario, ya que cualquiera de esas cosas parecía más sencilla de lograr que llegar a un médico en NZ.
Finalmente, la asistencia me llamó desde Argentina para avisarme que estaban al tanto de la demora en la atención. Así que me autorizaron a ir a un médico cualquiera, a la guardia o lo que fuera, pagara lo que me cobraran y después les pidiera el reembolso en Argentina, con tal de que no me les muriera de un dolor de oído.

El método freudiano vs el método Smith

Mi tarea no es sólo acarrear baldes con leche. Tengo que corroborar que los terneros tengan comida, agua limpia y que estén sanitos. También, cuando son recién nacidos o muy chiquitos, hay que alimentarlos con mamadera.
Otra vez, entré en acción. Kareen me explicó como armarles las mamaderas, y que tenía que hacer que tomen cierta cantidad mínima. Easy! Lo saqué al toque. Y ahí fui con una mamadera al ternerito acostado, que apenas se movía. Me puse de rodillas, le abrí la boquita, le daba mamadera, le chistaba bajito, le hacía mimitos… el ternero se rehusaba a ingerir alimento. Mientras tanto, los otros terneros, atraídos por el olor a leche que emanaba de mi ropa empapada por los ya casi 4 litros que me había tirado encima, se me acercaban y me lamían y/o succionaban la ropa, la mano, el pelo. Vane chistaba suavemente, y les pedía que se retiraran. El ternero del piso, al cual debía alimentar, empezó a retorcerse para alejarme, a caminar, a huirme, Mi método freudiano de crianza de terneros basado en la confianza mutua, el respeto y el cariño no funcionaba.
Entonces apareció Kareen, con el método Smith (que en realidad, es el método correcto) y pasó a explicarme. Hay que subírseles encima, agarrarles el cuello con las piernas, y sostenerlo fuerte. Le metés la mamadera medio de prepo, y le movés la quijada para que entienda como succionar. A los 2 minutos el ternero tomaba leche, daba la patita y traía el diario. El ternero se tomó toda la mamadera y se quedó tranquilito. De más estar decir que los otros terneros no se le acercaban porque ella no derrama leche al alimentarlos, así que anda limpia y como recién salida de la peluquería mientras yo parezco una piltrafa y huelo a vómito.
Nota: en esa imagen tierna donde estoy rodeada de terneritos, hay que aclarar que me parece que uno me vomitó en un bolsillo de la campera. Ah! En unos de mis intentos de aplicar el método Patterson, me subí en un torito que era muy grande y casi me lleva a dar una vuelta.