.
Mostrando entradas con la etiqueta viajes. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta viajes. Mostrar todas las entradas
30/7/10
De un año a esta parte
Hace un año atrás cargué todo lo que pude en dos valijas, y me vine a Kiwilandia. De más está decir que en dos valijas de 23 kilos cada una no entra toda la familia, los amigos, los libros, la música, la taza preferida, la ropa que no te entra pero guardas porque te encariñaste, un montón de papelitos con cosas lindas, un montón de cosas lindas que te recuerdan muchas otras cosas lindas, ni mi Zamba, mi perrita hermosa del alma.
Mi vida cambió mucho en este año... más de lo que me hubiera imaginado. Hace un año atrás la leche se conseguía en el supermercado, en sachet o en cajita, y no directo del tambo. No sabía cuantas tetas tenía una vaca. Me imaginaba a los terneros como perritos un poco más grandes, no como los animales ariscos y torpes que son. De más está decir que ni me imaginaba que iba a trabajar con ellos.
Hace un año atrás a todo llegaba caminando, en micro, remis o me llevaban en auto. Ahora manejo, porque es la única forma de llegar a la civilización. Hace un año atrás no sabía esquiar (ahora tengo la teoría). No sabía que a acquaerobics van todas señoras grandes. No sabía (ni había experimentado) que era el jetlag.
Ahora sé que un kilo de yerba o una botella de fernet pueden ser los mejores regalos. Ahora sé que la combinación embrague – acelerador es muy importante. Ahora sé que 5 cuadras, o 20 minutos de colectivo no es lejos. Que lejos es otra cosa; que lejos se siente como tristeza, no como fiaca. Aprendí que aprender es poner en práctica lo que se tiene en teoría.
No voy a decir que me acostumbré; que ya disfruto totalmente estar acá; que dejé de extrañar. Sólo voy a decir que en un año las cosas cambiaron, yo cambié, todos cambiamos. Y que de acá a un año no sé de que estaré escribiendo.
Etiquetas:
comentarios,
no todo es trabajo,
trabajo de bosta,
viajes,
Yo
26/7/10
A la nieve... ¿pato?
El domingo pasado fuimos a esquiar, por primera vez en nuestras vidas. Una de las ventajas de vivir al sur del sur, con mucho frío, es que en una hora y media de viaje podés ir a una hermosa montaña, llena de nieve, a esquiar. Otra ventaja es que acá no te cobran una fortuna el alquiler del equipo y el pase.
Nos acompañó Juan, otro argentino que hace años que vive en Kiwilandia y que desde chico sabe esquiar. Eso nos trajo dos ventajas: la primera, que Juan (el otro) sabía donde alquilar el equipo, comprar el pase y como llegar a la pista. La segunda, que Juan (el otro) sabía esquiar y nos explicó.
Todos imaginan como terminó el día: Juan (el mío) aprendió en minutos las técnicas mínimas del esquí y se paseó por pistas, practicó movimientos, viajó en aerosilla. Yo me cagué a golpes, sudé, me asusté de todo, me caí al bajar de la aerosilla, rodé por la nieve, fui humillada por niños de 5 años que esquiaban solos por las mejores pistas, y terminé la mitad del día en la pista de principiantes, tratando de entenderles a los profesores de clases ajenas las tácticas del esquí, mientras los Juanes hacían maravillas en el resto de la montaña.
Fue un día hermoso. Sin darnos cuentas, estuvimos horas y horas esquiando, yendo y viniendo en botas pesadas y esquíes incómodos, riéndonos de las caídas y aplaudiendo nuestros pequeños logros. Ni el dolor de hoy, que apenas puedo mover mi cuerpo, opaca lo hermoso que fue ayer.
Y le advierto a las montañas kiwis: volveré con las próximas nieves, y las seguiré golpeando con mi cuerpo hasta que se den por vencidas.
22/7/10
No way out
Hoy (y digo hoy de acá, de Kiwilandia) a las 18:30hs sale un avión con rumbo a Argentina. En ese avión hay dos asientos que estarán vacíos: el de Juan y el mío.
¡Estamos como en Lost, atrapados en una isla!
Etiquetas:
comentarios,
Juan,
no todo es trabajo,
viajes,
Yo
14/6/10
Una dosis de allá
Nos fuimos de vacaciones a Samoa. De más estar decir que es hermoso, que disfrutamos de una semana de calor, humedad, playa, relax y demás cosas propias de vacaciones en una isla tropical. Pero a las delicias de estas vacaciones, se le sumo un plus inesperado: una dosis de país en desarrollo.
La agente de viajes nos había “advertido” de que Samoa era un país “en desarrollo”, del tercer mundo, lo cual nos pareció gracioso. “Nosotros venimos de un país del tercer mundo”, pensamos, inflando el pecho. No mentíamos..., pero nos dimos cuenta allá que nos hemos acostumbrado a la vida acá, en el “otro mundo”.
Ni bien terminamos los trámites de aduana y demás, salimos al área pública del aeropuerto de Samoa. Allí se nos acercaron miles de samoanos ofreciéndonos transporte, excursiones, taxis, muy cerca de nosotros, invadiendo nuestro espacio, como en Ezeiza, como en la mismísima terminal de micros de Mar del Plata.
Por la calle los vendedores ambulantes se nos acercaban, transpirados, a ofrecernos sus pareos, sus productos con inscripciones truchas de Puma, Adidas y Nike, rebajando el precio, exponiendo todo sobre lonas en el piso, mientras se abanicaban con sus abanicos de hoja de palmera.
Los taxis se detenían al vernos caminando para ofrecernos su servicio, relatando promociones a playas lejanas, Todos manejaban a altas velocidades, no respetaban semáforos, peatones, ni esquinas. Las calles eran sucias, sin cestos de residuos, sin orden en los carteles, con filas desparejas. Los empleados de McDonald`s no sonreían, no respetaban el orden de las preguntas.
Samoa era como nuestro país, pero con calor... mucho calor.
Sentirnos incómodos, inseguros, dudosos, en ese contexto nos hizo darnos cuenta de que nos hemos acostumbrado a la vida ordenada, limpia, fría, sin naturalidad ni interés en el otro de NZ. Supimos como desenvolvernos en Samoa, sólo nos impactó esa cultura pegajosa, pero hoy en día me pregunto: ¿Nos hemos convertido en unos kiwis fríos? ¿Hemos olvidado nuestras raíces tercermundistas? ¿Sobreviviremos en nuestro país cuando volvamos?
3/5/10
Donde los deseos se hacen realidad...
De más está decir que Smith me eligió a mí para ir a recibir al chico nuevo. Muy a mi pesar lo acompañé a recibir a Esteban. El problema no era el viaje, ni esperar en el aeropuerto, ni que tuviera que usar 2hs de mi agitada vida en ello… sino que no sabía de que íbamos a hablar en el trayecto hasta el aeropuerto. Gracias a Dios, la naturaleza es sabia, y los dos viajamos resfriados y con la garganta dolorida, así que en vez de charlar nos la pasamos tosiendo y comiendo pastillas de menta.
Esteban llegó cansado, mal dormido, sin entender inglés ni español del dolor de oídos que tenía y sólo deseaba dormir, o llegar a algún lugar donde sentarse y dejar de viajar. Smith deseaba que este chico hablara, para saber su nivel de inglés.
Ninguno de los deseos se cumplieron rápidamente, pero luego de un fin de semana Esteban pudo recuperar sus horas de sueño, y Smith oir a su empleado incursionando en la comunicación en otro idioma.
11/2/10
Vamos a la playa
Hasta la gente que vio las fotos del viaje lo notó: acá a la playa se va con ropa.
Sin importar la edad, sexo, físico, clase social, profesión o cualquier otro indicador de cualquier tipo, la gente kiwi va vestida a la playa. Y no sólo eso: las partes que quedan expuestas al sol (por ejemplo, la cara) es cubierta con bronceador factor 30 (mínimo).
A su vez, el look de los kiwis varía, no es que van todos con la misma ropa. Se ven desde ropas deportivas, pasando por jeans, ropa de camping, vestidos, ropa de vestir, e infaltables sombreros en todas sus expresiones y colores.
Aún así, algunos osan mostrarse en malla. Las mujeres jóvenes y adultas se inclinan por mallas de natación, o bikinis de bombachas enormes, o bien mallas enteras con poco escote. Entre los hombres el estilo es más uniforme, ya que lo que varía es el largo del short de baño: hay desde shortcito ochentoso hasta bermudon surfero. Aún así, entre el sexo masculino no se ha notado el uso de zunga ni de mallas bajas con asomada de raya de culo.
En fin, aquellos que andábamos de malla no éramos kiwis. Éramos gente con visa de trabajo, turistas, residentes de origen extranjero, e incluso extraterrestres. Todos coincidíamos en ir sueltos de ropa ya que la playa se creó para estar al sol y mostrarle al resto del mundo que nosotros SI tenemos tiempo para cosas tan banales como broncearnos.
Y pensar que yo que estaba contenta porque había notado que en las casas de ropa no vendían microminiequeñas bikinis, y las chicas kiwis son más de mi estilo Botero que de la onda de las modelitos argentinas, me decepcioné al llegar a la playa. Una vez que podía andar en malla sin sentir que el resto era más flaca que yo, las minas no se sacan la ropa. Ahora la vergüenza me la genera pensar que soy una exhibicionista!
A las pruebas me remito. ¿Dónde está el argentino?
Pista: es el que va en malla a la playa
Etiquetas:
cosas kiwis,
manual del kiwi,
viajes,
Yo
28/1/10
De regreso
Regresamos de las vacaciones. Fue una semana de relax, playa y descanso. Algunos días nublados, un poco de llovizna, pero eso no opacó el viaje o los paisajes. Lo disfrutamos mucho, y nos sirvió para despejar mentes y descansar cuerpo.
No hubo nada significativamente llamativo en el viaje. Nuestra suerte fue buena, y no hubo malos entendidos, choques o demás. Por suerte, ha sido tranquilo.
Pero todos quieren leer algo gracioso, así que les comentaré algo que nos causó mucha gracia.
Nuestro avión a Christchurch salía temprano desde Invercargill, y el tiempo límite para despachar el equipaje era 6:10am. Como estamos a una hora de Invercargill, y nunca habíamos ido al aeropuerto (ni recordábamos como habíamos llegado desde allí a casa), decidimos ser precavidos y salir con tiempo.
Nos levantamos alrededor de las 3:40am. Desayunamos tranquilos, repasamos el equipaje, las cosas, las luces, las ventanas y esas cosas que uno revisa antes de salir de viaje. Si no me equivoco, 4:30am estábamos partiendo al aeropuerto. Nuestro viaje fue más corto de lo previsto, ya que la ruta estaba desolada, y el aeropuerto estaba más cerca de lo que pensábamos. A las 5:20 estábamos en el estacionamiento.
Agarramos nuestro equipaje para entrar, esperar, quizás tomar un café, hasta que pudiéramos despachar el bolso. Gran sorpresa nos llevamos, cuando al pararnos frente a la puerta automática, esta no se abrió. Miramos… y no había nadie adentro. Juan vio algo en la puerta: un papel estaba en la unión de las puertas, con la inscripción “security”, a modo de prueba de que se había forcejeado la entrada. Tentados de risa, y recién enterados de que un aeropuerto podía estar cerrado, nos volvimos al auto, a esperar que el “portero del aeropuerto” regresara.
Al rato, empezó a llegar gente, que al igual que nosotros, se quedaban como tontos parados frente a la puerta, esperando que se abrieran mágicamente. Alrededor de las 6am, alguien entró por una puerta del costado, y abrió el aeropuerto, dejando a los precavidos viajantes entrar.
16/1/10
Vacaciones (por fin)
A partir del día de la fecha, y por el plazo de 7 días, este blog está de vacaciones. Nos hemos ido a recorrer el norte de esta isla, en busca de playas, sol, mar y calor… principalmente calor.
Desde ya, trataré de recordar todo para luego comentarlo en este humilde medio. Ojala podamos descansar, pero también tengamos muchas aventuras para contar.
Hasta pronto!
13/1/10
Un servicio a mi medida
Si hay algo que debo remarcar de este país es que posee un servicio de baños públicos de altísimo nivel. En todos, todos, todos lados hay baños públicos. Ya sea una pequeña ciudad, un parador, un lugar interesante en medio de la naturaleza, siempre habrá un inodoro al alcance de cualquier vejiga.
La limpieza en general es muy buena, casi siempre hay papel higiénico, jabón líquido para lavarse las manos y toallitas de papel para secarlas, o en su defecto, un secador de esos que hacen ruido y tiran aire. Tiene cerradura que funciona, para asegurarse que nadie entrará, y un infaltable cesto de residuos.
Hasta el momento, el más extraño que he visto es uno en Kaka Point (JURO que es mera casualidad… que no lo inventé para que esto sea cómico), el cual poseía inodoro, pero todo “caía” a las piedras de abajo… un pozo con asiento, el principio del baño como hoy lo conocemos.
El argentino, habituado a tomar mate en abundancia, también debe estar agradecido de este maravilloso servicio. Y las mujeres, que no hemos sido anatómicamente diseñadas para orinar con la misma facilidad que los hombres, deberíamos pedir que se destinen más fondos a ellos.
Los que me conocen recordarán mi típica frase “tengo que ir al baño” dicha en cualquier contexto, al rato de haber salido del último baño accesible. Por suerte, eso dejó de ser problema aquí, ya que sé que cuando llegue a destino, o quizás a mitad de camino, Nueva Zelanda tendrá un baño esperándome.
Etiquetas:
cosas kiwis,
cosas sencillas,
viajes,
Yo
21/10/09
Policías en acción
Ya lo habíamos notado en Auckland, pero nuestras sospechas se confirmaron en Gore: las comisarías (o “police station” como se dice acá) cierran a las 17hs. Y, obviamente, no trabajan los fines de semana (o sólo medio día, no estoy segura).
Hemos visto muy pocos patrulleros en las calles, por no decir que uno o dos. Ni hablar que NO sabemos como es el uniforme de un policía de acá, ya que no vimos ninguno. El número de emergencias es 111, y ahí uno avisa si necesita la policía, una ambulancia o los bomberos. Estoy segura de que si se llama después de las 17hs., atiende un contestador automático, porque a esa hora se termina el mundo en NZ.
Ni bien llegamos, recibimos en nuestro buzón el “Wyndham Messenger”, una hojita de noticias de por acá. Es una hoja A4 impresa de ambos lados y doblada a modo de librito. Tiene clasificados locales y una noticia (si, una sola). Al final viene el reporte policial.
Antes de que sigan leyendo, sé que todos se preocupan por nuestra integridad y seguridad. Estas cosas violentas pasan en todo el mundo, en mayor o menor medida. Hemos tomado las medidas de seguridad necesarias, y hemos consultado a Smith si será necesario comprar un arma. Recuerden que los medios de comunicación siempre exageran las cosas.
Etiquetas:
cosas kiwis,
el patrón Smith,
Juan,
viajes,
Yo
6/10/09
Oye apaaa....
El lunes a la mañana, con nuestro equipaje sano y salvo (aparecieron las valijas y Aduana sólo revisó la que tenía la yerba) partimos hacia el Sur de la Isla Sur, más precisamente a Invercargill.
En 4 horas pasamos de Auckland, la gran ciudad, en un avión pequeño, a Christchurch, una ciudad más pequeña. Se notó que el aeropuerto era más pequeño, menos gente, gente más kiwi que internacional. Allí tomamos el último vuelo, ya sí a Invercargill. Este último avión era MUY pequeño, y teníamos que ir caminando por la pista para subir. Al llegar a Invercargill el aeropuerto era minúsculo, ya sin seguridad, ni varias puertas… por poco tenemos que ir a señalar nuestras valijas cuando las bajaban del avión, como en la Terminal de ómnibus de Mar del Plata.
Allí nos estaba esperando el patrón, el Sr. Smith. Es un tipo de unos 40 años, simpático, muy educado, pero que habla con acento kiwi, a mil por hora y como si tuviera una papa en la boca. ¡Aun hoy en día nos es complicado entender lo que dice!
La sensación de Juan fue que acá hablan como unos dibujitos de Hanna-Barbera, que eran osos montañeses, y decían “oye apaaa”… yo coincido totalmente con él.
En fin, Smith, luego de llevarnos a comprar comida a un supermercado (compra que se parecía a esa temporada de Gran Hermano en la cual compraban a contrarreloj porque les cerraban la puerta), nos invitó a cenar a su casa, previo depósito de nuestras valijas y compras en la casa que nos dieron.
En 4 horas pasamos de Auckland, la gran ciudad, en un avión pequeño, a Christchurch, una ciudad más pequeña. Se notó que el aeropuerto era más pequeño, menos gente, gente más kiwi que internacional. Allí tomamos el último vuelo, ya sí a Invercargill. Este último avión era MUY pequeño, y teníamos que ir caminando por la pista para subir. Al llegar a Invercargill el aeropuerto era minúsculo, ya sin seguridad, ni varias puertas… por poco tenemos que ir a señalar nuestras valijas cuando las bajaban del avión, como en la Terminal de ómnibus de Mar del Plata.
Allí nos estaba esperando el patrón, el Sr. Smith. Es un tipo de unos 40 años, simpático, muy educado, pero que habla con acento kiwi, a mil por hora y como si tuviera una papa en la boca. ¡Aun hoy en día nos es complicado entender lo que dice!
La sensación de Juan fue que acá hablan como unos dibujitos de Hanna-Barbera, que eran osos montañeses, y decían “oye apaaa”… yo coincido totalmente con él.
En fin, Smith, luego de llevarnos a comprar comida a un supermercado (compra que se parecía a esa temporada de Gran Hermano en la cual compraban a contrarreloj porque les cerraban la puerta), nos invitó a cenar a su casa, previo depósito de nuestras valijas y compras en la casa que nos dieron.
3/10/09
Un mundo de sabores
El primer choque cultural, por llamarlo de alguna forma, fue con la comida. Como estábamos en un hostel, teníamos cocina equipada para cocinar nuestra propia comida. Fuimos al supermercado y compramos cosas sencillas para cocinar, ya que por dos días no ameritaba hacer una gran compra. Compramos kiwis a un precio increíblemente barato. Mientras recorríamos las góndolas armamos el menú y compramos los ingredientes: fideos con crema, sopa envasada, sándwiches de lomito y queso.
Primer comida: fideos con crema. Nos llamó poderosamente la atención que los fideos tardaron casi 30 minutos en estar al dente. Pero mayor fue la sorpresa al probar la crema. Era agria, espesa, con una textura extraña. Claro, el problema fue que no compramos crema, sino una especie de Casancrem. Eran incomibles, pero el hambre es más fuerte y nos terminamos nuestros platos a fuerza de sal y pan lactal.
Igualmente, todas las palmas se la llevó la sopa. Compramos lo que pensamos era una sopa de pollo con azafrán, que venía en un sachet muy elegante. Nos sorprendió descubrir que más que era sopa era arroz con azafrán y pollo. Es imposible de describir el sabor de esa cosa. Era algo agridulce, tenía pasas de uvas, castañas, cosas de cajú. Era el vómito de un pollo persa mezclado con azafrán y el relleno de un pan dulce. Juan hizo tripas corazón y comió su porción. Yo me fui a dormir sin cenar.
Por suerte, los sándwiches nos salvaron en las restantes comidas.
Fin de semana de locura
Nos quedamos viernes, sábado y domingo en Auckland, en un hostel muy lindo. Marian nos compró los pasajes para ir a la isla sur por Internet con su tarjeta de crédito, porque a nosotros nos daba desconfianza comprar con las tarjetas de crédito que Papá nos había dado. El primer temor argentino inserviblemente aplicado en la sociedad kiwi*. A Marian le dimos el dinero de los pasajes en efectivo. En ese hostel conocimos a unos argentinos que estaban de paso para Asia, que nos dieron algunos consejos sobre la vida y cultura kiwi.
Recorrimos muy poco la ciudad, ya que los nervios, las horas de vuelo y el cambio horario nos tenían a mal traer. Caminamos por el centro, compramos la mínima ropa indispensable para que nuestro hedor no fuera tan fuerte, fuimos al museo y a un par de parques de la ciudad.
Nos sirvió para conocer y para darnos cuenta de que los kiwis hablan un inglés medio extraño, con acento, y que cambian todas las letras e de la pronunciación por la letra i.
Hay pocas fotos de este finde porque nos quedamos sin batería en la cámara, y el cargador es de dos patitas redondas y los enchufes de este país son de tres patitas planas.
*Un temor argentino aplicado en la sociedad kiwi es siempre inservible. Cuando digo esto quiero decir que venimos con ideas y miedos que aquí no son útiles, y que se traducen en preguntas y acciones que parecen ridículas en este contexto. En este caso, el temor a comprar por Internet y que te roben la cuenta de la tarjeta no sirve porque la seguridad de sus webs es diferente. Entonces, Marian no entendía porque teniendo tarjetas, le pedíamos a ella que comprara los pasajes, y le parecía una estupidez y una ida y vuelta de dinero innecesaria (y tenía toda la razón).
Recorrimos muy poco la ciudad, ya que los nervios, las horas de vuelo y el cambio horario nos tenían a mal traer. Caminamos por el centro, compramos la mínima ropa indispensable para que nuestro hedor no fuera tan fuerte, fuimos al museo y a un par de parques de la ciudad.
Nos sirvió para conocer y para darnos cuenta de que los kiwis hablan un inglés medio extraño, con acento, y que cambian todas las letras e de la pronunciación por la letra i.
Hay pocas fotos de este finde porque nos quedamos sin batería en la cámara, y el cargador es de dos patitas redondas y los enchufes de este país son de tres patitas planas.
*Un temor argentino aplicado en la sociedad kiwi es siempre inservible. Cuando digo esto quiero decir que venimos con ideas y miedos que aquí no son útiles, y que se traducen en preguntas y acciones que parecen ridículas en este contexto. En este caso, el temor a comprar por Internet y que te roben la cuenta de la tarjeta no sirve porque la seguridad de sus webs es diferente. Entonces, Marian no entendía porque teniendo tarjetas, le pedíamos a ella que comprara los pasajes, y le parecía una estupidez y una ida y vuelta de dinero innecesaria (y tenía toda la razón).
Bienvenidos a NZ (o a loco y en pelotas)
Primero, la señora de Inmigraciones nos hizo una batería de preguntas sin sentido aparente, sólo para deleitarse viendo como Juan y yo sudábamos pensando que responder para que no nos deporten sin siquiera haber visto por la ventana del aeropuerto. Al final la mina sólo nos estaba boludeando, y nos dio la bienvenida al país de los kiwis.
En la Aduana no tuvimos ningún problema, ya que Aerolíneas Argentinas perdió nuestro equipaje, por lo que los agentes de la aduana no lo revisaron. Nuestras semanas de preocupación por la cantidad de yerba, la limpieza de la suela de los calzados, la cantidad de pastillas anticonceptivas que había en las valijas y los cueros para hacer artesanías de Juan fueron de gusto.
Hicimos la denuncia del extravío frente a un asombrado señor kiwi que no podía creer que nos hubieran perdido 4 valijas en un vuelo sin escalas, el cual nos entregó un bolsito de lo que serían “primeros auxilios higiénicos”: shampoo, hisopos, cepillo de dientes, pasta dental y una remera de algodón
Luego de esta decepción, salimos al aeropuerto con la sensación de ser unos sucios indigentes en un país desconocido, y nos encontramos con otra sorpresa: Marian, la mujer de la Empresa Consultora que contrató a Juan, no estaba esperándonos. Tratamos de llamarla al celular con una tarjeta de teléfono que nos obsequiaron al cambiar dólares americanos por dólares kiwis, pero fue en vano. Así que éramos unos sucios, indigentes, en un país desconocido, solos y sin saber como usar el teléfono público. Era una imagen tragicómica, incluso para nosotros.
Por suerte, luego de llamar a medio NZ, logramos comunicarnos con la Empresa Consultora, que se comunicó con esta Marian, que nos fue a buscar al Aeropuerto.
Con ustedes, el kit. Nos cambiaron todas nuestras pertenencias por productos pequeños de primera marca y una remera de algodón de cuarta.
29/9/09
Bs. As. - Auckland
El vuelo Bs. As. – Auckland fue bueno, aunque lo demoraron 7hs (es decir, en vez de salir a las 2am salió a las 9am). Aerolíneas Argentinas nos recompensó con una noche de hotel en Capital, con todos los gastos incluidos. Llegamos tan tarde que no pudimos aprovechar la cena, y nos fuimos tan temprano que no pudimos desayunar. El único gasto, además de la habitación, fue el de una botella de agua.
Una vez que despegamos el vuelo fue tranquilo. No dormí en las 13hs que duró el vuelo, por lo que me vi los tres peliculones: La guerra de las novias, Corazón de Tinta y DragonballZ. Recomiendo de corazón la ingesta de drogas legales para realizar este viaje… 13 horas despierto, viendo el sol siempre en el mismo lugar, es más nocivo que cualquier pastillita o gotita con efectos narcóticos.
El menú era variado, pero como estábamos medio al fondo nos tocaron unos fideos secos, con una especie de salsa de crema y jamón. En realidad era un masacote, pero el hambre era tanto que fue consumido en minutos.
Guido Süller NO estaba de azafato, así que lo más emocionante fue una pequeña turbulencia llegando a Auckland.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)