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11/10/12

Por una desmitificación del pan lactal!


Una de las virtudes del trabajo de oficina, además de que trabajo en una oficina, es que puedo conocer la cultura kiwi desde una nueva perspectiva: la de la oficina.
En estos casi dos años en el diario he visto pasar muchas cosas, oído otras tantas, pero nada me ha asombrado de la manera que me asombró lo que sucedió algunas semanas atrás.
A la hora del almuerzo muchos de nosotros llevamos algo "improvisado" desde casa. En cualquier lugar del mundo gente que no tiene nada para almorzar al día siguiente en la oficina se lleva sanguchitos, frutas, yogures, rejunte de restos sin coherencia... no es novedad y pasará forever and ever. Pero el otro día me asombró lo que una compañera llevó de almuerzo.
Acá se acostumbra poner cualquier cosa "on toast", es decir, en una tostada de pan lactal. Como acá el pan lactal es moneda corriente , accesible y básico en cualquier casa, es lógico que se use de base para cualquier comida. Puede ser cubierto con queso, tomate, atún en lata, palta, pollo, jamón, fideos en lata (si... fideos enlatados), porotos en salsa enlatados (sisi... es eso que leiste), etc. Generalmente el pan es tostado, luego untado con manteca/margarina (será para hacerlo menos pastoso, yoquesé!) y finalmente se le coloca alguno de los ingredientes mencionados, o combinación de ellos.
Pero el otro día, mi compañera de laburo le puso (de abajo hacia arriba):
- tostada
- manteca
- banana en rodajas

Si!! La muy kiwi le puso banana!! A un pan!! que tenía manteca!! Mentendes?!
A mi cara de sorpresa y pregunta (y repregunta) sobre porque almorzaba eso, otras dos compañeras se sumaron a la conversación  con las frases "Yummy! hace mucho que no como eso" y "Si, es exquisito!"

No es que yo me crea Narda Lepes... pero sé que hay algo malo en esa combinación! No se qué... pero sé que pan con manteca y banana no está bien! Y menos para almorzar!

7/9/10

Hoy allá es mi cumpleaños


Hoy allá es mi cumpleaños. Lo cual quiere decir que ayer fui mi cumpleaños acá. Confuso, como siempre. Hace tres días que recibo saludos confundidos ya sea por cuestiones de husos horarios o por gente que se despista nomás.
Pasé un cumpleaños hermoso. A diferencia del año pasado, en esta ocasión tengo amigos cerca. El año pasado éramos Juan, Vecino argentino y yo, comiendo brownies y admirando el kilo de yerba mate que recibí de regalo. Suena deprimente, y en cierta forma lo fue... pero en esa ocasión, como en este año, recibí el cariño de toda mi familia, amigos, colegas y demás que estaban en Argentina.
Pero nadie lee este blog para deprimirse, así que detallaré los festejos de este año.
El sábado 4 aproveché que estábamos de franco e hice una cena en casa con amigos argentinos y los patrones. Sinceramente, no pensé que Kareen y Smith fueran a venir, pero se presentaron, a pesar del cansancio y el largo día. Fue bien argentino el tema: picadita previa, empanadas, vino, cerveza y fernet. Mucho idioma español, mucha cara de patrón desconcertado, muchas risas. Por fin pudimos explicarles a los jefes que se siente estar en un lugar donde no se entiende lo que otros hablan.
Notas de color del sábado:
- Les hicimos probar el fernet a los patrones. A Smith le encantó, se tomó dos vasos cargaditos, se asombró por la graduación alcohólica y pidió información al respecto. El domingo nos andaba pidiendo que le repitiéramos el nombre de la bebida, porque parece que durmió como un bebé después de esos dos vasos. Ya sabemos que le traeremos de regalo desde Argentina.
Kareen tomó un vaso y le gustó. El lunes a la mañana, cuando vino a buscar a sus hijos, me dijo que esa bebida nuestra era maligna. Se desveló, tuvo palpitaciones, no se durmió hasta las 3am. Dijo que Smith durmió como un bebé, así que cree que el problema es que ella sólo tomo un vaso. Habrá que traerle otra cosa de allá.
- Algún desubicado le preguntó a los Smith que pensaba de los argentinos. Digo desubicado porque cuando la relación es 10 argentinos – 2 kiwis no podés responder cosas malas porque te cagan a trompadas. El jefe la piloteó y dijo que éramos buenos trabajadores y mejores que los kiwis. Todos coincidimos en que omitió la parte de que éramos baratos.
- Smith haciéndole caras al bebé de una amiga, al estilo “¿Dónde está el bebé? ¡Acá ‘tá!”

El martes fue más tranquilo, porque todos trabajaban, incluido Juan. Aún así festejé mi cumple con Julia y Spencer, a quienes intenté llenar de torta para sacármela de encima. Luego de los saludos por Facebook, MSN, teléfono y en persona, mi amiga Romina (la mamá del bebé) me llamó para saludarme, y como Kareen me había dado la tarde libre, la invité a casa. Así que tomamos mate, comimos (más) torta, y comentamos lo vivido el sábado, nuestras desventuras al volante y demás nimiedades de la cotidianidad.
Aún no sé si iremos a cenar afuera, si nos quedaremos en casa, o que. Pero estoy feliz. Y me alegra saber que hay gente que me quiere, me saluda y se hace un tiempo para estar presente en mi cumple, ya sea por internet, con un llamado o una visita.
¿Estaré sensible o me estoy poniendo vieja?


Gente que tenía cosas MUY importantes (pero importantísimas, eh!) que hacer se tomó su tiempo y me diseñó esta tarjetita.¡¡Los amo EstudioMate!!

4/8/10

Ese rincón del alma DIET


Lo más difícil de hacer dieta en NZ es que no se ven productos “light”, “bajos en calorías” o “Ser”.  Nada tiene su versión dietística (es decir, uno allá tiene dulce de leche y dulce de leche light; manteca y manteca light; pollo y pollo light; etc). Ahí te das cuenta que hiciste dieta en base al packaging.

Y que todos llevamos la culpa de un despilfarro de dinero en productos light en un rincón del alma.

12/7/10

Lo que quedó de la fiesta


Pasó la fiesta, pasó la resaca...

Sinceramente, nos divertimos mucho. No le teníamos fe a estos kiwis, que son bastante aburridos y poco bailadores, muy bebedores y poco abiertos a las cosas “locas” como andar disfrazados. Creo que la cantidad de alcohol en sangre (en nuestra sangre) y las ganas de divertirnos nos ayudó a pasar una velada amena y disfrutar de una fiesta increíble.
La cena fue a lo kiwi: cordero en fetas, servido en una mesa rodeada de fuentes con ensaladas agridulces y papas hervidas. Cada uno se sirve lo que quiere en su plato descartable (es tipo tenedor libre), se acomoda donde encuentra lugar (nada de sentarse y compartir la mesa, uno se sienta en el piso, en un sillón, o se queda parado) o y come como puede (intenten cortar cordero con cubiertos descartables, parados, sosteniendo, con una mano el plato y teniendo en la otra la bebida).
Luego de la cena pasamos al galpón o workshop, especialmente acondicionado para la ocasión. Entre máquinas, fardos de pasto seco y esas cosas propias de un lugar de trabajo, se acomodaron cajas y cajones de cerveza, recipientes con hielo o limón, gaseosas, y rum... mucho rum. Era autoservicio, y la gente bebía y bebía sin tapujos ni límite. Para no ser menos, nos pusimos a beber y a dejar que de a poco desaparecieran las diferencias culturales. Incluso nos animamos a un shot de gelatina con vodka.
La banda comenzó a tocar, y los kiwis comenzaron a ¿bailar? Eso fue lo más difícil de todo: bailar. Luego de unos vasos de alcohol extrañábamos nuestra típica música de fiesta: Los cadillacs, los Decadentes, algún tema de cuarteto, Rafaella Carrá, incluso algo de cumbia. Hubiera pagado por escuchar por lo menos la macarena en inglés. Todos disfrutaban contorsionándose al ritmo de temas desconocidos en su mayoría para nosotros, así que alentados por el elixir alcohólico, comenzamos a saltar y ¿bailar? a su ¿ritmo?
Finalmente, era hora de celebrar los 40 años del jefe. En vez de 40 velitas en una torta, trajeron una bandeja con 40 shots (o chupitos) de rum. Smith tenía que beberlos todos, pero dejaron que otros lo ayudaran (por su salud, y para que llegue a los 41).
Al rato, ya el cansancio del día se empezó a sentir en el cuerpo de Juan, y el alcohol no ayudaba a que se pudiera mantener en pie y presentable por mucho más tiempo. Ya su sociabilidad había llegado al extremo de andar hablando inglés con todos, saludando, sacando a bailar a la madre de Smith... en fin... el que fuera deportado estaba a la vuelta de la esquina.
Para que se den una idea de lo ebrio que estaba Juan, y porque era el momento justo para irnos, les cuento como volvimos a casa: Juan me dejo manejar a mí, que también había bebido mucho, de noche. No pudo evitar dar directivas durante las 5 cuadras que hay de lo de los Smith a casa, pero aún así no se sentía (ni yo creía que estuviera) capacitado para manejar.



24/4/10

Salsa para vivir... salsa para ser feliz


Cuando llegamos a NZ uno de los grandes choques culturales fue la comida. Si bien empezamos con el pie izquierdo, por cuestiones de que necesitamos comer para vivir, no desistimos en la compra de víveres.
Al principio, uno de los problemas que tuvimos fue la salsa de tomate. Sin importar que marca compráramos, ni cuanto hirviera o como la condimentáramos, la salsa era demasiado dulce. Era como comer Ketchup caliente.
Con el tiempo descubrimos donde residía el problema. Si uno observa cuidadosamente, en cualquier supermercado se encuentra salsa de tomate enlatada en dos góndolas diferentes: una donde hay a su alrededor mostazas, mayonesas y demás aderezos similares, y otra donde hay tomates en cubos, enteros y demás.
El tema era simple: nosotros comprábamos “Tomato Sauce” que sería salsa de tomate o Ketchup, y lo que queríamos era “Pasta Sauce” que es salsa para pasta. La diferencia al ojo del argentino traductor es mínima, pero en el plato es abismal.
Así que un buen día, comenzamos a comprar la “sauce” correcta, y los días de fideos con Ketchup caliente quedaron atrás.

4/1/10

Noche alegre...


A veces, las cosas que no se planean mucho resultan ser mejores que aquellas que nos han llevado tiempo y dedicación. En nuestro caso, esto se puede aplicar a la temporada de fiestas.
Para Navidad, unas semanas antes ya sabíamos a dónde iríamos y con quienes: unas familias argentinas que hacen más de 7 años que viven acá. Sabíamos que teníamos que llevar para la cena, y como llegar. A pesar de tanta anticipación, los postres que preparé fueron un desastre culinario, casi impresentables. Los llevé porque no podíamos caer con las manos vacías, pero en realidad eso no hubiera sido un insulto, sino un favor.
Si bien la cena fue amena y muy “argentina”, no terminamos de sentirnos a gusto (bueno, aunque sea yo). Fue como una noche más, sólo que con gente que apenas conocíamos, con mucho ruido y pocas nueces, regalos y brindis de medianoche. Fue lindo estar acompañados, pero no conocía a esa gente como para sentirme bienvenida… sólo me sentía invitada.
Para Fin de año, todo fue distinto. Decidimos cenar solos en casa (principalmente porque el resto de los amigos –como nosotros- trabajaban al día siguiente, por lo que trasnochar o viajar era casi imposible) y luego, si teníamos ganas, ir a una cena que organizaban unos rumanos que van con nosotros a las clases de inglés. Sencillo, práctico, sin compromisos.
Pero a las 18hs todo cambió. Sin esperarlo, una pareja de cordobeses que habíamos conocido un breve tiempo atrás, llamaron para ver si podían ir a la reunión de los rumanos a pesar de que no los conocían. Palabra va, palabra viene, decidimos juntarnos a cenar y luego ir a esa fiesta.
En menos de dos horas, estábamos en la casa de la pareja. La comida fue atípica para una cena de fin de año: sin ensalada rusa, arrollado de pollo, asado o vittel tone, cenamos unos exquisitos fideos con salsa bolognesa. Una cena tranquila, hablando cosas que NO se relacionaban con el año que empezaba ni con el que se iba. De postre: té de limón.
Luego del té, y de levantar la mesa, partimos a la reunión de los rumanos.

12/12/09

El cajón de las ofertas


En uno de los supermercados locales existía algo que era delirio de los argentinos. Y digo esto, porque las únicas personas que se acercaban religiosamente a ver sus novedades éramos nosotros.
El tema era así: en una pequeña y vieja heladera exhibidora, este supermercado dejaba productos refrigerados a precio más barato, por la simple razón de que los mismos estaban prontos a su fecha de vencimiento. Allí siempre había algo diferente: yogures, capelletinis frescos, quesos de distintos tipos y sabores, humus (si… acá venden humus), fiambres, chocolates, leches… Cambiaban seguido su contenido, por lo que uno nunca sabía que sorpresa lo esperaba en esa pequeña heladera.
Una vez, fuimos varios argentinos juntos al supermercado. Todos estábamos al tanto de esta maravilla de las gangas supermercadistas, por lo que todos nos arrimamos a ver, y a los segundos, los tres argentinos (vecino argentino, uno de Riversdale y yo) estábamos absortos revolviendo los productos. Los kiwis pasaban, miraban por arriba de nuestras cabezas (quizás pensando que algo de allí valdría la pena, ya que estábamos meta revolver) y seguían. Nosotros seguíamos agarrando productos, comentando precios y poniendo cosas en nuestros carritos sin pensar si era buen precio o si era útil o si realmente íbamos a comer eso. La cuestión era encontrar lo más rico y barato rápido, y que no se lo lleve el otro. Por suerte, volvimos a la realidad (y nos percatamos del papelón que hacíamos) a tiempo, sin que ninguno empezara a tironear de un pedazo de mortadela o le pisara el tarro de yogur al otro. Y por suerte, devolvimos aquellos productos que, sinceramente, jamás íbamos a comer.
Esa fue la primera vez que le pude explicar a un hombre porque las mujeres nos deliramos en las liquidaciones de ropa, y por primera vez un hombre pudo experimentar esa sensación.

Hace unas semanas, el supermercado fue remodelado y cambió de marca, por lo que el cajón de las ofertas fue erradicado, porque no era acorde a la nueva imagen y al target que apuntaba. O quizás, sólo lo sacaron porque atraía muchos argentinos e incomodaba a la gente.


2/12/09

Segunda reunión mensual II


Los Smith en su totalidad (exceptuando el Baby que no estaba y Julia que estaba concentrada en sacarle el borde a un pan lactal) dijeron que me quedara, que iba bien, que iba a mejorar, que era cuestión de tiempo y bla bla bla. Incluso Ryan me dio palabras de aliento y me felicito (no sé por que, si nunca me vio trabajar).
De sentirme la peor empleada y la más inútil, pasé a ser la empleada del mes y centro de felicitaciones varias. Podría decirse que mi carrera en el mundo tambero va bien.
Superado el mal trago, comimos y hablaron cosas del tambo. Como dije, la tarta estaba muy rica, todo muy lindo.
A la hora del postre, mi lemon pie fue totalmente ignorado. Kareen se sirvió, y me dijo que estaba rico. Le dio a probar a Julia, quien puso cara de asco, y se tapó la cara… una crítica culinaria bastante sincera. Juan y yo comimos, y estaba bueno, no estaba empalagoso ni nada. Pero bueno, no sé que pasó con eso. Dejamos la fuente y el lemon pie, y a los días volvió limpia. ¿Lo habrán comido? ¿Se lo dieron a los perros? ¿Se lo dieron a las vacas? Nunca lo sabremos.
El clima de la reunión fue muy agradable. A cada decisión que se tomaba, Smith decía “está bien si Vanesa… está feliz al respecto”, por lo cual debía que decir OK o no a cada tema. Después, me aseguró que en 2 meses iba a ser la jefa. Pero como me dijo alguien, me van a nombrar presidenta del tambo con tal que me quede sentada en una oficina, detrás de un escritorio, lejos de las vacas.
El vaso de agua llegó, obviamente, a la hora del café de la sobremesa. Y gracias a que se lo ofrecieron a una señora que vino a explicarnos lo que íbamos a hacer durante el mes de noviembre.

30/11/09

Segunda reunión mensual


Al segundo mes, vino la segunda reunión mensual del staff de la Smith`s Farm. Esta vez, no nos preocupaba tanto el menú, ni los comensales, ya que queríamos plantear (bah, yo quería plantear) que se notaba que demoraba mucho al trabajar, y quizás ellos preferían contratar a otro franquero para agilizar el ordeño (y gastar menos, obvio, pero eso no lo dijimos). Nuestro temor era que me dejaran seguir trabajando para que Juan no se fuera, es decir, que aceptaran mi trabajo sólo porque temían que si yo me quedaba sin trabajo, nos iríamos los dos.
Llegamos tranquilos, con un lemon pie casero para ofrecer como postre. Todos deben estar ansioso por saber el menú: nos sorprendieron con una tarta de jamón, queso y tomatitos cherry. Era rica, esponjosa, el tiempo justo de cocción. Tampoco nos sirvieron agua… siguen sin entender.
Antes de comenzar a almorzar, decidimos exponer nuestro caso, así si me despedían, aunque sea no les generaba el gasto de un comensal más. Empleé todas las palabras del inglés que tuve a mi alcance, y traté de ser lo más clara y específica posible. Juan dice que se me llenaron los ojos de lágrimas, yo digo que me puse tan nerviosa que se me quebró la voz (pero quizás se me hayan humedecido los ojitos accidentalmente). Al finalizar, sólo restaba la respuesta de los Smith.

30/10/09

Almorzando con los Smith


Todos los meses, valga la redundancia, se realiza una reunión mensual de staff de la granja Smith. Esta reunión se hace durante el receso del almuerzo, por lo que todos los trabajadores y patrones se reúnen a compartir la comida y conversar sobre el trabajo, el desempeño y esas cosas laborales.
Almorzaron con los Smith (musiquita de Mirtha Legrand de fondo):
      Smith, dueño y farmer
      Kareen Smith, dueña y farmer
      Ryan Smith, hijo de Smith y farmer
      Julia Smith, hija de Smith y Kareen, 3 años
      Baby Smith (todavía no retenemos en la memoria su nombre), hijo de Smith y Kareen, 7 meses
      Natalia Natalia, madre de Kareen, suegra de smith, abuela de Julia y Baby
      Juan, empleado y argentino
      Vanesa, novia del empleado, franquera y argentinaYo estaba nerviosa, porque no me gusta eso de compartir cosas cotidianas con los kiwis. No me acostumbro a su forma de desenvolverse, no sé que tengo que hacer, o peor aún, que pueden llegar a hacer. Juan creo que estaba un poco nervioso, porque estas cosas son una caja de sorpresas, y uno nunca sabe que es común y que no, o si puede llegar a ofender a alguien con sus costumbres.
Llegamos y media alma se nos volvió al cuerpo. La mesa estaba puesta con varios platos con fiambre, queso, tomates cherry, zanahoria rallada, carne, pepino y un paquete de pan lactal. Todo indicaba que íbamos a almorzar sándwiches armados por nosotros mismos, lo cual implicaba más informalidad y no tener que lidiar con comida que no gusta. Nos sentamos tranquilos, y nos pusieron un plato chico, un cuchillo y arriba de todo, un bol… un tazón sin asa. Obviamente, había algo de su forma de comer sándwiches que no entendíamos.
El tema es que empezaron a pasar un recipiente con una sustancia oscura, semilíquida, que se servían en los tazones esos. Era sopa de verduras licuada o algo así nos explicaron. Como no sabíamos si era obligatorio comer eso antes de los sándwiches, nos servimos, no sea cosa que no comer eso implicara no comer nada más. El detalle fue que cuando nos llegó la sopera, la misma estaba casi vacía, por lo que nos servimos muy poco para que quedara para el resto de los comensales. Ni bien pasamos la sopera, fueron a la cocina y la recargaron.
En fin, comimos la escasa sopa y le metimos mano a los sándwiches. En realidad, al sándwich, porque para cuando pudimos empezar a armarlos ya no quedaba casi pan y nos dio vergüenza. De más está decir que nos cagamos de hambre.
Ryan comió que dio calambre. Tomaba sopa mientras se hacía un sándwich y después mojaba el sándwich en la sopa. Una máquina de comer, pero es como dijo Juan: tiene 18 años y los niños a esa edad comen así. Smith nos enseñó la frase “Excuse my fingers”, que es decir “Disculpe mis dedos (o a mis dedos)”, y se emplea al agarrar comida con la mano de cualquier plato, cosa que hizo sin vergüenza ya que era su país, su casa y su comida, así que llevaba ventaja.
Después de almorzar Smith nos miró y nos ofreció en perfecto inglés kiwi “¿Café o agua?”. Sí… siguen sin entender que necesitamos hidratarnos al ingerir alimentos. Y sí, nos comimos un sándwich de pan lactal sin beber nada y todavía lo tenemos atorado. Pedí agua, y por suerte me trajo un vaso ENORME.

3/10/09

Un mundo de sabores


El primer choque cultural, por llamarlo de alguna forma, fue con la comida. Como estábamos en un hostel, teníamos cocina equipada para cocinar nuestra propia comida. Fuimos al supermercado y compramos cosas sencillas para cocinar, ya que por dos días no ameritaba hacer una gran compra. Compramos kiwis a un precio increíblemente barato. Mientras recorríamos las góndolas armamos el menú y compramos los ingredientes: fideos con crema, sopa envasada, sándwiches de lomito y queso.
Primer comida: fideos con crema. Nos llamó poderosamente la atención que los fideos tardaron casi 30 minutos en estar al dente. Pero mayor fue la sorpresa al probar la crema. Era agria, espesa, con una textura extraña. Claro, el problema fue que no compramos crema, sino una especie de Casancrem. Eran incomibles, pero el hambre es más fuerte y nos terminamos nuestros platos a fuerza de sal y pan lactal.
Igualmente, todas las palmas se la llevó la sopa. Compramos lo que pensamos era una sopa de pollo con azafrán, que venía en un sachet muy elegante. Nos sorprendió descubrir que más que era sopa era arroz con azafrán y pollo. Es imposible de describir el sabor de esa cosa. Era algo agridulce, tenía pasas de uvas, castañas, cosas de cajú. Era el vómito de un pollo persa mezclado con azafrán y el relleno de un pan dulce. Juan hizo tripas corazón y comió su porción. Yo me fui a dormir sin cenar.
Por suerte, los sándwiches nos salvaron en las restantes comidas.