Entre las cosas que sucedieron mientras NO escribía en el blog, les puedo contar que hemos agrandado la familia y Garay llegó a casa.
Garay es un gato, machito, de dos meses de vida. Hace las típicas cosas de gato, y nos divertimos molestándolo, mirando que hace, sacándolo de los sillones para que no los destruya con sus uñitas, sacándolo de las cortinas para que no la destruya con sus uñitas, sacándolo de las sillas para que no las destruya con sus uñitas... en fin, lo típico que hace uno cuando tienen un gato nuevo en su casa.
Me había desacostumbrado a tener un gatito. Antes de venirnos teníamos a Zamba, la mejor perra Airdale Terrier del universo. Y pensaba hacer una lista de los pros y los contras entre tener un perro o un gato, pero todos saben cuales son. Principalmente, los gatos son más independientes e interesados, y los perros son más cariñosos y poco auto-suficientes.
En fin, acá el tema es que siento que he traicionado a Zambita, y que he adoptado un gato... un vil felino... y cada vez que veo esta publicidad en la tele me acuerdo de ella y creo que si se entera va a decir "traición!"