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6/5/10

Deja vu

En estos primeros días de Esteban en NZ, reviví muchas cosas que creo que el inconciente (sabiamente) había guardado en un rincón polvoriento de mi mente.
El otro día Smith me pidió que acompañara a ambos a hacer los trámites del número de IRD y la apertura de una cuenta bancaria. Sentada en el box del banco, mientras la atenta empleada le explicaba las características de su cuenta y como usar la tarjeta, y yo le traducía al español (porque este chico tenía un julepe que no entendía nada), caí en la cuenta de muchas cosas.
Para empezar, todo eso que yo le explicaba naturalmente en su momento me había llevado horas entender. Que todas las palabras que la señora decía yo las entendía, pero hace unos meses atrás eran sólo sonidos. Que ya entiendo cuando me hablan.
Lo mismo sucedió en su cena de bienvenida. Todos recordarán esa cena donde se nos presentó a la familia, se nos conversó y se nos cagó de sed. Bueno, esta vez se repitió, pero Juan y yo hacíamos chistes, hablábamos de deportes, de costumbres y de demás gansadas. Mientras tanto, desde un lugar de la mesa, Esteban miraba, sonreía sin entender nada y se preguntaba cuando le iban a ofrecer algo para beber.
De repente, miré a Esteban, y me recordé sentada en ese lugar, sonriendo a palabras sueltas sin sentido, sintiéndome observada y rogando que pronto nos fuéramos a casa (que en ese momento no sentíamos “casa¬”, era solo el lugar donde estaba la cama para dormir), pensando que jamás podríamos encajar en este lugar.
En estos días recordé esos primeros días, y miro y escucho a Juan hablar inglés, y me miro desenvolverme en las más diversas situaciones, y le digo con toda la sinceridad del mundo a Esteban “Al principio no entendés nada, y todo es raro y te da miedo, pero después te acostumbrás, y hablás inglés”.
Claro que no le digo que cuesta bastante… pero creo que vale la pena que viva “la experiencia New Zealand”