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7/2/10

Moviendo las cabezas


A más de 5 meses de estar aquí, mi pelo era un desastre. No sólo porque estaba largo y el corte había perdido su forma, sino porque en una tarde aburrida de diciembre decidimos con Juan que podríamos cortarlo nosotros… y además de no lograrlo, lo deformamos más.
En fin, tenía que ir a la peluquería. Por lo que un día franco de Juan, pedí un turno con una aprendiz (porque era más barato, obvio) en una peluquería local.
Mientras esperábamos (porque quería que Juan estuviera ahí para supervisar que nada raro fuera hecho en mi pelo) ojeé rápidamente una revista en busca de un corte de pelo que fuera de mi agrado. Supuse que si le mostraba la foto y le señalaba mi cabeza iban a entender que quería ese corte. Ninguno me convenció mucho, y tampoco me dieron tiempo a mirar muchas más cosas.
La chica que me atendió era divina, simpática, fácil de entenderle cuando hablaba. Le expliqué que quería cortarlo bastante porque me había crecido mucho en 5 meses (omití la parte de que ese agujero de pelo era culpa mía, porque me daba vergüenza). La chica me dijo si quería que quedara largo hasta la nuca, y un poco más largo adelante, en punta. Genial! Ese era mi corte!! Así había llegado yo a NZ!! le dije muy contenta que sí, y empezamos con los trámites peluqueriles.
Primero, me lavó el cabello. Usó dos veces shampoo, y luego acondicionador. Bien… aquí las cosas se hacen a la manera normal. Me secó el pelo con una toalla (bah, eso que hacen en la peluquería, que en realidad es sacar el exceso de agua), y fuimos a la silla frente al espejo. Delicadamente me secó el pelo con secador, tomándose su tiempo y con mucha paciencia, alisando mi lacio pelo. Si bien me llamó la atención que secara el pelo antes de cortarlo (ya que generalmente se hace al final), estuve los 15 minutos que parece haberle llevado ese trabajo tranquila, mirándola por el espejo.
Se fue, y cuando volvió, me alarmé. Trajo una planchita de pelo, la enchufó y amagó a plancharme el pelo. Ahí no aguanté más y le tuve que decir algo. Alejé mi cabeza de sus manos y planchita, la miré y le dije:
Yo: ¿Vas a cortarme el pelo?
Peluquera/aprendiz: Sí. Primero lo seco y aliso.
Yo: ah, bien. Pensé que me habías entendido cualquier cosa. Porque no habló bien inglés.
P/A (con cara sonriente, seguro pensando en la mala suerte de cortarle el pelo a una mina que no habla inglés):  No, te entendí. Termino con esto y lo corto.
Así que estuve otros 20 minutos mirando como continuaba alisando mi lacio pelo. Y luego estuve otros 20 minutos mirando como cortaba mi pelo con una pequeña tijera, con la paciencia y concentración que solo un podador de bonsai puede tener. Y luego estuve mirando otros 15 minutos como volvía a cortar mi pelo, ya no tan pacientemente, porque yo lo quería un poco más corto de lo que había quedado.
Resultado: salí conforme, aunque me sentía extraña con el pelo planchado. Pero más feliz salí porque no me cobró el lavado, el secado y el planchado, porque si lo hubiera hecho (como se estila en Argentina) me hubiera fundido.