Llegamos a las 19:30hs a lo de Smith para cenar… que para ellos que cenan a las 17/18hs aprox. era como estar trasnochando. Estaba casi toda la familia: la esposa Kareen (se escribe así, porque son complicados para hablar y para escribir por lo visto), el hijo Ryan (que después de verlo escrito en una planilla sabemos que se llama así, porque para nosotros era un sonido parecido a “rshagn”) que tiene 18 años y trabaja en la granja con Smith, otro hijo cuyo nombre no entendimos, no recordamos ni podemos reproducir con un sonido, así que le diremos “sonido extraño”, que era un coloradito que nos miraba y se reía como el rubio de Beavis y Butthead, de 14 o 16 años. Faltaban los dos hijos de Kareen y Smith: Julia de 3 años (colorada) y “Sonido Extraño 2”, de 7 meses y seguramente cuando tenga pelo, coloradito. Los pibes que cenaron con nosotros son de un matrimonio anterior del Smith.
La cena consistió en pork y verduras asadas, las cuales fueron acarreadas a la boca de los kiwis sin mucho protocolo. Estaba rica, aunque con poca sal para nuestro gusto. Durante la cena no ingirieron líquido de ningún tipo, y cuando nos ofrecieron algo de beber (y aceptamos, ya que no habíamos tomado nada en casi 6hs), nos trajeron un mísero vaso de agua a cada uno. Tuvimos que racionarla durante toda la cena, ya que no sabíamos si pedir más sería un insulto o si en NZ el agua es un lujo*.
*Este punto se explicará en “Manual de uso del argentino”
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6/10/09
Oye apaaa....
El lunes a la mañana, con nuestro equipaje sano y salvo (aparecieron las valijas y Aduana sólo revisó la que tenía la yerba) partimos hacia el Sur de la Isla Sur, más precisamente a Invercargill.
En 4 horas pasamos de Auckland, la gran ciudad, en un avión pequeño, a Christchurch, una ciudad más pequeña. Se notó que el aeropuerto era más pequeño, menos gente, gente más kiwi que internacional. Allí tomamos el último vuelo, ya sí a Invercargill. Este último avión era MUY pequeño, y teníamos que ir caminando por la pista para subir. Al llegar a Invercargill el aeropuerto era minúsculo, ya sin seguridad, ni varias puertas… por poco tenemos que ir a señalar nuestras valijas cuando las bajaban del avión, como en la Terminal de ómnibus de Mar del Plata.
Allí nos estaba esperando el patrón, el Sr. Smith. Es un tipo de unos 40 años, simpático, muy educado, pero que habla con acento kiwi, a mil por hora y como si tuviera una papa en la boca. ¡Aun hoy en día nos es complicado entender lo que dice!
La sensación de Juan fue que acá hablan como unos dibujitos de Hanna-Barbera, que eran osos montañeses, y decían “oye apaaa”… yo coincido totalmente con él.
En fin, Smith, luego de llevarnos a comprar comida a un supermercado (compra que se parecía a esa temporada de Gran Hermano en la cual compraban a contrarreloj porque les cerraban la puerta), nos invitó a cenar a su casa, previo depósito de nuestras valijas y compras en la casa que nos dieron.
En 4 horas pasamos de Auckland, la gran ciudad, en un avión pequeño, a Christchurch, una ciudad más pequeña. Se notó que el aeropuerto era más pequeño, menos gente, gente más kiwi que internacional. Allí tomamos el último vuelo, ya sí a Invercargill. Este último avión era MUY pequeño, y teníamos que ir caminando por la pista para subir. Al llegar a Invercargill el aeropuerto era minúsculo, ya sin seguridad, ni varias puertas… por poco tenemos que ir a señalar nuestras valijas cuando las bajaban del avión, como en la Terminal de ómnibus de Mar del Plata.
Allí nos estaba esperando el patrón, el Sr. Smith. Es un tipo de unos 40 años, simpático, muy educado, pero que habla con acento kiwi, a mil por hora y como si tuviera una papa en la boca. ¡Aun hoy en día nos es complicado entender lo que dice!
La sensación de Juan fue que acá hablan como unos dibujitos de Hanna-Barbera, que eran osos montañeses, y decían “oye apaaa”… yo coincido totalmente con él.
En fin, Smith, luego de llevarnos a comprar comida a un supermercado (compra que se parecía a esa temporada de Gran Hermano en la cual compraban a contrarreloj porque les cerraban la puerta), nos invitó a cenar a su casa, previo depósito de nuestras valijas y compras en la casa que nos dieron.
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